No es el primero, tampoco el último, por desgracia, es el segundo de la dinastía, por eso se llama Su Majestad Sarscov II, y tendrá muchos sucesores del mismo linaje. Su poderío es tal que ha logrado lo que ni el mismísimo Calles, el jefe Máximo, pudo conseguir: cerrar todos los templos del país de un golpe, cancelar el Día de Muertos y el Día 12 de diciembre de la Virgen de Guadalupe…
Cuando sube el nivel de la segunda ola en Europa y América, podemos volver la mirada hacia atrás –nuestra experiencia desde marzo y hacia adelante– ¿qué hacer frente a lo que nos espera inevitablemente, hasta que llegue la vacuna? Se dice que la segunda ola es más lenta, pero sube de manera inexorable y es, potencialmente, más mortífera. Eso significa que personas que se salvaron en primavera, pueden caer en otoño e invierno. Por lo tanto, no hay que bajar la guardia. Por desgracia, no tenemos, ni en Francia, ni en México, el sentido de las responsabilidades colectivas de Corea del Sur, Japón y China. La semana pasada, en el aeropuerto de París, los asiáticos todos andaban cubiertos. De la cabeza a los pies, con un sobretodo blanco. “Maniacos de la limpieza”, ironizan los occidentales que no entienden porque el uso de la mascarilla es universal y antiguo, sin que haya pandemia: así protegen a los demás y se protegen de gripe en invierno y de catarro alérgico en primavera.
Les quiero compartir las reflexiones del filósofo Fabrice Hadjadj: “El Covid-19, es lo viral microbiano, más lo viral numérico” (Le Figaro, 2 de octubre 2020). Es demasiado joven para recordar la “gripe asiática” de 1959 que mató cien mil personas en Francia, sin que nadie se preocupara; pero cita la “gripe de Hong Kong” de 1968, que causó más de 1,000,000 de muertos en el mundo, para subrayar que los gobiernos no confinaron para nada y los pueblos no se espantaron. “Lo que para nosotros volvió posible aceptar el confinamiento, lo que uniformizó todas las políticas en el mundo, es el imperio de internet. Le tememos al contacto contagioso, pero nuestros “contactos” ya estaban en nuestros smartphones… Covid-19 no es la peste negra, es lo viral microbiano, más lo viral numérico”.
Lo más interesante de su reflexión toca a la ética. En otras circunstancias, seguiría yo lo que me enseñaron mis abuelos, mis padres, mis educadores, a saber, que uno está dispuesto a arriesgar la vida para salvar la vida del otro, de la persona que se está ahogando, o para luchar contra el enemigo en tiempo de guerra. ¿Ahora? Es el mundo al revés. Cito a Hadjadj: “Protejo mi vida evitando exponerme al otro. No quiero a mi prójimo como a mí mismo, me quiero a mí mismo como a mi prójimo y espero que el prójimo se mantenga lejos, porque ignoro cuáles gérmenes transporta. Ayer admiramos el beso al leproso, hoy promovemos el gesto barrera”. (Yo subrayo) “Sobre todo, está la temible figura del “portador asintomático” cuyos besos son besos de Judas”.
Cara al futuro inmediato, dejemos de pensar que es el fin del mundo. Hay que aceptar la prueba, tomar las precauciones necesarias y seguir viviendo. Se puede, se debe vivir de manera diferente. No se trata de vivir como muertos. La vida es bella y toda epidemia tiene un final. La solidaridad ayuda, aunque sea por teléfono, whatsapp o tuit; hay que mantener el diálogo entre las generaciones, a pesar de que los seniors son más vulnerables, y recordar que los jóvenes son vulnerables de otra manera: necesitan más socialización. ¡Adelante, con valor, venceremos!
Historiador