Para Guillermo Sheridan y su familia

Sabemos muy bien la vanidad de la futurología y que, una vez más, el año que empieza será fértil en sorpresas e incertidumbres. ¡Ojalá y sea para bien! Lo que podemos suponer es la continuación probable de los grandes procesos en curso desde que nací en 1942, en la hora más sombría de la guerra mundial. A la hora de la batalla, el descubrimiento de los antibióticos fue una promesa de vida que contribuyó mucho aprodigioso crecimiento demográfico que vivimos; al final de la guerra, la destrucción instantánea de Hiroshima y Nagasaki anunció su contrario, el posible aniquilamiento de parte de la humanidad, algo que nos recuerda muy seguido Vladimir Putin. Un gran tema de reflexión: la potencia de nuestra tecnología, la impotencia de nuestra racionalidad política.

La invención de la píldora fue un acontecimiento mucho más revolucionario, en sus consecuencias sociales y psicológicas, que la llegada a la luna. Contribuyó en mucho a la liberación de la mujer, proceso ciertamente incompleto que aún no empieza en amplias regiones del mundo. Luego vino, en 1972, la mala noticia, tan cierta como rápidamente olvidada, del informe Meadows: el planeta está sufriendo un grave proceso de degradación de la biosfera y hay que actuar en seguida; los cincuenta años siguientes han confirmado que el diagnóstico era atinado, pero no se ha hecho gran cosa frente a la rápida extinción de miles de especies y al recalentamiento global. ¿Cambiará eso?

Entre 1989 y 1991, el capitalismo, en su versión más desenfrenada, triunfó en China y en la ex Unión Soviética. Coincidió con la difusión mundial de los medios de comunicación instantánea; para bien y para mal, globalización, mundialización simbolizada por internet, crean un destino común, guste o no, para todos los terrícolas. Enfrentamos los mismos peligros económicos, ambientales, político-militares y nucleares.

La creencia que la economía de mercado podía resolver todo ha sido desmentida por la regresión social, y por lo tanto política en sus consecuencias, causada por la privatización y comercialización de los servicios públicos, en detrimento del Estado democrático garante del bienestar (Welfare State, una hermosa conquista de la posguerra). El efecto conjugado de esa formidable dinámica, lo que se puede llamar neoliberalismo, con la voluntad de poder de ciertos Estados nos ha llevado a la doble crisis actual, la guerra que amenaza la paz y la seguridad del mundo, el populismo que amenaza la democracia, cuando existe. Siendo el populismo la demagogia cesarista de regímenes autoritarios emboscados detrás de una fachada parlamentaria.

2019 nos trajo el Covid para recordarnos que nuestra ciencia no es infalible: hasta la fecha ignoramos su origen; 2022 empezó pronto con una “operación militar especial” rusa en Ucrania que se ha transformado en una mal disimulada tercera guerra mundial. Nadie sabe cómo terminará, pero uno se queda asombrado frente a la mentira elevada al rango de sistema. Atila y Gengis Khan no necesitaban un Ministerio de la Mentira, Putin sí, porque el pueblo ruso no aceptaría (sin entusiasmo) esa guerra si no le diesen el sentimiento de que él está atacado. La agresión moscovita necesita una inmensa organización de la mentira para hacer del agresor el agredido y de la víctima, el ucraniano “nazi”, el agresor.

En cuanto a la democracia, el 18 de diciembre de 1944, a la hora de la liberación de Grecia, el poeta Jorge Seferis apuntaba: “Es la pregunta eterna, que se planteaba antes de la guerra: ¿cuál es la línea de resistencia de las democracias? Es la única pregunta”. En 2019, el poeta venezolano Rafael Cadenas le hace eco: “Cuiden su democracia, aunque sea deficiente, casi nunca es cabal. Así evitarán que algún caudillo de nuevo cuño llegue al poder, la destruya y se erija en dictador. La democracia es mejorable, la dictadura no; aquella educa, ésta castra, tengámoslo presente. Pero urge atender lo social y debe haber por parte del Estado el propósito de no incurrir en omisión de las cuestiones básicas (sociales) que son su soporte”.

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Historiador en el CIDE