A lo largo de la crisis covidiana, que no termina, el noticiero cotidiano de todas las grandes cadenas televisivas de Alemania dedica un cuarto de hora a los acontecimientos ligados al Covid-19 para, luego, dar y comentar las noticias nacionales, europeas e internacionales. 15 a 20 minutos para el virus, 40 minutos para lo otro. Durante mi estancia en Francia, encontré una situación televisiva semejante a la de nuestro México: Covid 19, las cifras del día, sus manifestaciones y consecuencias acaparan la mayoría del tiempo, de modo que nos quedamos angustiados, saturados y aburridos; peor tantito, eso nos confirma, tanto en México como en Francia, en nuestro irremediable ombliguismo. El mundo exterior no existe, el mundo no existe. En ese sentido, nuestro presidente nos representa muy bien.
Las pocas informaciones internacionales que nos llegaron en los últimos meses tenían que ver con el negacionismo de Trump y de Bolsonaro y su rechazo a usar la mascarilla. Quien no lee o ve los grandes medios internacionales, periódicos y canales de televisión, no puede saber que durante la pandemia el mundo se ha movido y se mueve bastante. No sabe que el presidente turco Recep Tayyib Erdogan ha ocupado buena parte de Libia, sin soltar los distritos controlados por sus soldados en Siria; que ha mandado 2 mil mercenarios sirios para apoyar al ejército de Azerbaidzhán en su guerra victoriosa contra Armenia; tampoco sabe que Turquía e Israel han proporcionado a las fuerzas azeríes los drones (y los servidores de aquella tecnología) que les dieron el control absoluto del cielo y de la tierra.
Durante la pandemia, China se ha movido con astucia y discreta inteligencia, confirmando su estatuto de gran potencia, mientras que los EU, bajo la conducta de Donald Trump, sufrían como pocos del Covid. China tiene el 30% de la producción industrial mundial y el monopolio de farmacéuticos esenciales. Tampoco nos enteramos de lo que hace el presidente ruso y de su juego complicado frente al amigo/enemigo turco. Irán ha movido bien algunas piezas frente a Arabia Saudita, la cual no está lejos de aliarse con Israel frente a Teherán. De todo aquello, no nos han hablado, o muy poco.
¿Será que no nos interesa seguir los asuntos del mundo o que pensamos que nada de lo que ocurre allende de nuestras fronteras nos puede afectar? Sin embargo, la evolución de los salarios en las fábricas chinas tiene consecuencias inmediatas y muy serias sobre nuestras maquiladoras; la crisis económica en Europa y en los EU ¿a poco no nos importa? Y la cuestión decisiva del financiamiento internacional de la crisis, la tensión que va para largo entre China y los EU (que nos puede beneficiar), todo esto debería aparecer cada día en nuestra televisión, radio y prensa.
¿Cuál es nuestra visión del mundo y cuál es la visión del mundo que tienen nuestros gobernantes y los que aspiran a sustituirlos? ¿Tendrán alguna o piensan que no la necesitan porque nos encontramos en el nuevo TLC y, perdonando la palabra, “en el traspatio de Washington”? Hace años, cuando México entró al club de la OCDE, tenía la ambición de ocupar un buen lugar en el tablero internacional, no la de ser un peón de segunda importancia. Nuestra posición geográfica entre los dos océanos y las dos Américas, la del Norte y la del Sur, nuestro peso demográfico, nuestras posibilidades naturales (sin creer ser “el cuerno de la abundancia”), todo nos obliga a dejar de ser ciegos, para abrir los ojos. La geopolítica es apasionante y la joven nación mexicana –200 años no son nada– fuerte de la juventud de su población, debería aprovechar las oportunidades que da su conocimiento.