Nací en 1942, así que pertenezco a una generación que vivió mucho tiempo bajo la sensación de que, tarde o temprano, nos tocaría el fuego nuclear. No tenía diez años cuando con mis compañeros hablamos de Hiroshima y de que la bomba de hidrógeno era más fuerte que la atómica y que después de la guerra nuclear surgirían monstruos como Godzilla. Cuando pasé por Nueva York, camino a México, en 1962, por todos lados se veía el dibujito nuclear que señalaba a los refugios antiatómicos y, poco después, nos tocó el susto de la crisis de los misiles en Cuba. Las generaciones siguientes han olvidado la amenaza. Sin embargo…
Cuando cumplí diez años, en medio de la guerra de Corea, había dos potencias nucleares, EU y la URSS. Hoy son nueve los dueños del arma de terror porque Inglaterra, Francia, Israel, China, la India, Pakistán y Corea del Norte entraron al club donde, tarde o temprano, estarán Irán y quién sabe quién más. El asunto se ha complicado y, por lo tanto, el peligro ha aumentado. Kennedy y Khrushchev ya no están para usar racionalmente el teléfono rojo. La guerra en Ucrania lleva periódicamente al presidente Putin a proferir sus amenazas nucleares. Lo hizo recientemente, en su “discurso a la nación“ del 29 de febrero de 2024: “Tenemos armas nucleares nosotros también y podemos golpear su territorio. ¿Qué no lo entienden?”. Puede que sea solamente parte de la guerra psicológica. Puede que no. El presidente Macron, al evocar seriamente el riesgo de una derrota ucraniana, no excluye nada, ni el envío de tropas, ni la escalada al nivel más alto.
La OTAN tiene tres centros de decisión nucleares, Washington, Londres y París. La resolución y la firmeza de uno solo compensaría la indecisión eventual del otro. Desde que Inglaterra y Francia detienen el arma nuclear, la disuasión de la OTAN frente a la “Rusia-Sovietilandia” (expresión que subraya la continuidad entre URSS y Rusia) ya no es bilateral, sino multilateral, lo que complica los cálculos estratégicos de Vladímir Putin: la OTAN es una alianza nuclear y los tres Estados nucleares disponen de su libertad soberana para usar o no el arma de la “última instancia”. ¡Ojalá y Putin no piense que la OTAN es “un tigre de papel”! Como dijo Nikita K. a Mao: “El tigre de papel tiene dientes nucleares”.
El domingo 28 de abril, nuestro UNIVERSAL dedicó toda una plana para entrevistar a fondo a Rafael Mariano Grossi, el director general del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) de la ONU. Dice, de manera contundente, que “nos acercamos a un conflicto nuclear (…) La pugna entre Rusia y la OTAN en Ucrania es todavía indirecta, pero podría derivar en una confrontación directa y esto es lo que hay que evitar a toda costa mediante una lógica de desescalada”. Menciona otras zonas de conflicto y el enfrentamiento entre Israel e Irán. “No nos estamos alejando de un conflicto nuclear, acaso nos estamos acercando; estamos viendo más armas nucleares y más países que evalúan la posibilidad de dotarse de armas nucleares”. Ha de pensar en Alemania, Corea del Sur, Japón, Polonia y Arabia saudita (que le teme a Irán).
¿Casualidad? El 10 de marzo, el New York Times había consagrado seis planas al tema del creciente riesgo de conflicto nuclear, bajo la pluma de varios autores. Es el resultado de un año de investigación, reflexión, trabajo. Impresionante y de miedo. La bipolaridad de la guerra fría dejó lugar a la complejidad de muchos actores, a la última generación de tecnología nuclear, a la intervención de la inteligencia artificial. Tanto el conflicto en Ucrania, como el del Medio Oriente se volverían más catastróficos aún si las armas nucleares entraran en juego. Corea del Norte es imprevisible frente a Corea del Sur y Japón. Si uno piensa que la decisión de matar a millones en un instante depende de un solo hombre, Kim, Vladímir o Joe ¡qué espanto! Durante la crisis del Watergate, el secretario de la Defensa de los EU, Schlesinger, estaba temiendo que un Richard Nixon borracho y fuera de sus casillas apretara el botón; dijo a los militares del Pentágono no hacer nada antes de consultarlo a Kissinger. Sin comentarios.