Más allá de la guerra del Oriente Medio, hay muchos conflictos africanos de los cuales no hablan los noticieros: desde abril de 2023, Sudán está destrozado por una guerra entre militares y Darfur, una vez más sufre; desde no sé cuántos años, en la gran república democrática de Congo no conoce la paz: murieron ya varios millones de personas; en Etiopía, Eritrea, Somalia tampoco conocen la paz. Pero hay una novedad importante, la entrada triunfal de Rusia en la África occidental antes de empujar a Francia hacia la salida.
El proceso empezó en 2014, a la hora de la anexión de Crimea por Moscú y del inicio paralelo de la guerra de agresión en el Donbas ucraniano. El Kremlin que pensaba, por lo menos desde 2007, en un enfrentamiento con el “Occidente global”, buscaba como paliar las sanciones económicas occidentales. Supo capitalizar inteligentemente la herencia soviética de la guerra fría –el apoyo a la descolonización, la formación de elites africanas con decenas de miles de estudiantes en la universidad Patricio Lumumba de Moscú–, la ceguera francesa y la retirada estadounidense a consecuencia de su fracaso en Irak. Exactamente al mismo tiempo, intervino militarmente en Siria para salvar a Bashar al-Assad. En Sudan, en 2017, luego en la República Centroafricana, el grupo Wagner de Evgueni Progozhin fue la punta de lanza del desembarque ruso en África. Era sólo el inicio antes de alcanzar los Estados del Sahel amenazados por las tropas yihadistas islámicas y, mal que bien, defendidos, desde 2013, por un ejército francés apoyado por las FFAA de Washington. En todas partes, Progozhin, a cambio de una asistencia militar, se financiaba con concesiones mineras, de oro en especial.
A partir de 2020, el Kremlin, invocando la lucha contra el colonialismo francés, teleguió una serie de golpes de Estado militares en Mali, Burkina Fasso y Niger. Las juntas pusieron rápidamente fin a la presencia francesa. La muerte de Prigozhin en un “accidente” aéreo en agosto de 2023 no cambió nada: en lugar de grupo Wagner se habla ahora del “Afrika Korps” ruso. ¡Qué nombre! Remite al Tercer Reich y a la campaña de Libia de Rommel, en 1941-1943. Por cierto, mientras tanto, Moscú se había seriamente implantado en Libia oriental, contra el gobierno legal libio reconocido por la ONU.
En la segunda fase de su guerra contra Ucrania, a partir de febrero 2022, aumentó la importancia de África para el Kremlin: bases militares, recursos en materias primas, pero, lo más importante, los votos en la ONU y la seducción del Gran Sur al estimular el resentimiento postcolonial y recordar el apoyo ruso (soviético) a los movimientos de liberación nacional, especialmente en Angola y Mozambique, contra el régimen racista de África del Sur. Ahora, en Moscú, en la Secretaría de la Defensa, hay un subsecretario exclusivamente encargado de los asuntos africanos. ¡Qué contraste con la ceguera y el desinterés de los gobiernos occidentales durante los diez años que corren de 2014 a 2024! No vieron nada. Para ellos, el grupo Wagner no era más que una bola de mercenarios y su jefe, Evgueni Progozhin, un pirata. ¿Pirata?, sí, pero genial como un Francis Drake que puso en jaque al imperio español.
La novedad es que, eliminado Progozhin, el gobierno ruso asume ahora abiertamente su papel en África. ¿En beneficio para los africanos? Moscú gana, París perdió lo que consideraba su espacio, Washington, obsesionado por China, pierde sin saber qué; los africanos no saben que pierden, en la euforia de darle una patada al antiguo poder colonial; los dictadores militares han ganado el poder, pero no se puede pensar que lo van a usar para el bien común. En cuanto a Rusia, mueve sus peones africanos en el tablero mundial, porque tiene la visión de conjunto que le hace falta al Occidente global. Pekín también tiene una visión geopolítica mundial y está muy presente en el continente africano, y en todos los continentes.
Historiador en el CIDE