En la milenaria historia del ajedrez hay partidas calificadas como inmortales.

Se distinguen por lo insólito de sus combinaciones, lo inobjetable de su eficacia y la contundencia de sus remates.

En muchas, el valor relativo de las piezas pierde su sentido para entrar en el terreno de la fantasía. Lo fantástico, unido a lo lógico, suele dar resultados asombrosos. En su tiempo, el gran maestro internacional soviético Mijail Botvinnik dijo: “El mayor arte del jugador de ajedrez consiste en explorar las posibilidades de llevar la contienda a una posición en que los normales valores relativos de las piezas dejen de regir”.

La siguiente partida es conocida como “Las cuatro piezas colgadas” . Se caracteriza porque culmina con varias piezas amenazadas y colgantes pero, a la vez, inmunes y colocadas estratégicamente. Esto fue conseguido mediante una serie de maniobras en las que las negras logran ubicar cuatro piezas libres y en apariencia indefensas, pero perfectamente emplazadas para obtener una brillante victoria.

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Piezas libres, colgadas y sin sostén
Piezas libres, colgadas y sin sostén

Blancas: G. Rotlewi

Negras: Akiba Rubinstein

Lodz, Polonia, 1907. Apertura de peón dama.

1.d4 d5 2.Cf3 Cf6 3.c4 e6 4.Cc3 c5 5.e3 Cc6 6.a3 a6 7.dxc5 Axc5 8.b4 Ad6 9.Ab2 0–0 10.Dd2 De7 11.Ad3 Td8 12.De2 dxc4 13.Axc4 b5 14.Ad3 Ab7 15.0–0 Ce5 16.Cxe5 Axe5 17.f4 Ac7 18.e4 Tac8 19.e5 Ab6+ 20.Rh1 Cg4! 21.Ae4 Dh4! 22.g3 Txc3!! 23.gxh4 Td2!! (Diagrama. Hay cuatro piezas negras libres, colgadas y sin sostén) 24.Dxd2 Axe4+ 25.Dg2 Th3!! y rinden blancas porque el mate es imparable.

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