El ajedrez demanda y fomenta diversas aptitudes personales. Una de ellas es la perspicacia, entendida, según Emanuel Kant, como “capacidad de notar con rapidez las más pequeñas semejanzas y desemejanzas, lo que da lugar a conclusiones llamadas sutilezas”. El griego Platón decía que alude a la instantaneidad de los procesos intelectivos; y Aristóteles, a una habilidad que favorece el buen éxito de lo pensado.
El juego ciencia exige perspicacia para detectar la infinidad de detalles y sutilezas de la lucha, a la vez que aplicar con precisión los procedimientos que dan la victoria y evitar los que provocan la derrota. Esto incluye reconocer las fortalezas y limitaciones propias, así como las destrezas y debilidades del rival. Por consiguiente, ante el tablero y en la vida conviene actuar con perspicacia para acercarse a la perfección. Acaso por eso el poeta Johann W. von Goethe aseguró: “Quien con perspicacia declara su limitación se halla muy cerca de la perfección”.
Partida
Tras una serie de sutiles maniobras de ataque, las negras vencen categóricamente.
Blancas: Garry Kasparov
Negras: Anatoly KarpovSevilla, 1984. Apertura inglesa
1.c4 Cf6 2.Cc3 e5 3.Cf3 Cc6 4.g3 Ab4 5.Ag2 0–0 6.0–0 e4 7.Cg5 Axc3 8.bxc3 Te8 9.f3 e3 10.d3 d5 11.Db3 Ca5 12.Da3 c6 13.cxd5 cxd5 14.f4 Cc6 15.Tb1 Dc7 16.Ab2 Ag4 17.c4 dxc4 18.Axf6 gxf6 19.Ce4 Rg7 20.dxc4 Tad8 21.Tb3 Cd4 22.Txe3 Dxc4 23.Rh1 Cf5 24.Td3 Axe2 25.Txd8 Txd8 26.Te1 Te8 27.Da5 b5 28.Cd2 Dd3 29.Cb3 Af3 30.Axf3 Dxf3+ (Diagrama. Estocada final) 31.Rg1 Txe1+ 32.Dxe1 Ce3, rinden blancas.