La fantasía es considerada una aptitud superior de la imaginación. En ajedrez, suele convertir lo imposible en posible.
Por eso todo jugador debe aprender a descubrir los recursos ocultos en las profundidades del juego y, si no hay más opción, acudir a lo fantástico. La teoría y la razón pueden llegar hasta cierto punto, después topan con umbrales que sólo la fantasía logra franquear; aunque el filósofo E. Kant advirtió: “Jugamos gustosos con la imaginación, pero ésta, cuando es fantasía, juega también con nosotros y a veces mal”.
Desde el juego ciencia, el gran maestro Alekhine explicó: “Cuando juego ajedrez dentro de mí se libra una extraña batalla entre la fantasía y el razonamiento sensato y, sin embargo, hay que mantenerlas en armonía”.
Incluso el gran maestro Kasparov escribió: “Cada uno desarrolla sus propios mecanismos para invocar sus musas. El objetivo es que se convierta en algo inconsciente y continuo, de modo que la fantasía esté siempre activa”. Con razón el poeta Navalis dijo: “la fantasía es el máximo bien, es el sentido maravilloso que en nosotros puede sustituir a los sentidos”.
PARTIDA
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Las blancas recurren a fantásticos sacrificios para rematar con un sorprendente jaque mate.
Blancas:
Aron
Nimzowitch
Negras:
Simon
Alapin
Karlsbad, 1911
1.e4 e6 2.d4
d5 3.Cc3 Cf6 4.exd5 Cxd5
5.Cf3 c5
6.Cxd5 Dxd5
7.Ae3 cxd4
8.Cxd4 a6
9.Ae2 Dxg2
10.Af3 Dg6
11.Dd2 e5
12.0–0–0 exd4 13.Axd4 Cc6 14.Af6 (Diagrama. Fantásticas entregas para crear un bello remate) Dxf6
15.The1+ Ae7 16.Axc6+ Rf8 17.Dd8+ Axd8
18.Te8, jaque mate. 1-0.
