Hay partidas de ajedrez que por su belleza y originalidad conllevan, como cualquier arte, ingenio, creatividad y magia.
Es que el proceso de superación a un adversario posee secretos e incógnitas verdaderamente indescifrables, por tanto, descifrarlas requiere un acto de magia. Alguna vez el pintor mexicano José Luis Cuevas aseguró: “En toda obra de arte hay un proceso de magia”. También el filósofo Herman Hesse dijo: “El secreto de todo arte auténtico consiste, tal vez, en aunar la razón y la magia”. Así, ganar una partida que parecía perdida, sería magia; enfrentarse a lo imposible, también sería magia, puesto que impide conocer sus causas. Acaso por eso son frecuentes en ajedrez y en la vida, las creencias mágicas, aunque no se confiesen. Sin embargo, tuvo razón el poeta alemán Wolfgang von Goethe cuando dijo: “La magia es creer en ti mismo. Si puedes hacer eso, puedes hacer que todo suceda”.
Es más, el filósofo Bertrand Russel afirmó: “El mundo está lleno de magia que espera pacientemente a que nuestro ingenio se afine”.
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