Una de las aptitudes que más ejercita el ajedrez es la atención, entendida como ocupación selectiva de la conciencia. El gran maestro Alexander Alekhine decía: “El rasgo que determina la potencia ajedrecística es la inquebrantable atención sobre lo que ocurre en el tablero”. Con razón el economista Robert J. Shiller opinó: “La capacidad de centrar la atención en las cosas importantes es una característica que define la inteligencia”.

El ajedrez exige absoluta atención en la posición que está a la vista y en su evolución a corto, mediano y largo plazo. Este esfuerzo ocupa al sujeto psíquico y físico por entero: disposición para meditar, ingenio, comprensión, intuición, clarividencia y mucho más. Según el escritor Henry Miller, “En el momento en que uno presta atención a cualquier cosa, incluso una brizna de hierba, se convierte en un mundo misterioso, impresionante e indescriptiblemente magnífico en sí mismo”. Es más, el poeta Antonio Machado reconoció: “Descubrí el secreto del mar meditando sobre una gota de rocío”.

PARTIDA

Las blancas captan el encierro de la dama negra, combinan y entregan un alfil para tender una letal red de mate.

Blancas: René Letelier M.

Negras: Francisco Burgalat

Mar del Plata, 1953. Gambito de dama.

1.d4 Cf6 2.c4 e6 3.Cc3 d5 4.Ag5 Ae7 5.Cf3 0–0 6.e3 Cbd7 7.cxd5 exd5 8.Ad3 c6 9.Dc2 Te8 10.0–0 Ce4 11.Af4 Cef6 12.Cb5 Cf8 13.Cc7 Ce6 14.Cxa8 Cxf4 15.exf4 Ae6 16.Cg5 g6 17.f5 (Diagrama. Todo dispuesto para propinar los golpes decisivos) Ad7 18.fxg6 hxg6 19.Axg6, rinden negras. 1-0.

rjavier.vargas.p@gmail.com

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