Para celebrar el día del niño, un buen obsequio puede ser acercarlos al ajedrez. Está demostrado que, desde su vertiente cognitiva, la relación del juego ciencia con la historia, las artes y las matemáticas es antiquísima. Los hindúes, por ejemplo, decían que sus virtudes eran “tan innumerables como los granos de arena del desierto”. Como deporte, es un apasionante reto de voluntades, un medio de sublimar los instintos agonales, de controlar las emociones y de optimizar la autoestima. Como ciencia, enseña a planear y a prever las consecuencias de las decisiones que se toman y, lo más importante, a divertirse sanamente.
Con razón el gran maestro Carlos Torre Repetto dijo: “El ajedrez es deporte, arte y ciencia. Analizada jugada a jugada, la partida es una ciencia, en su conjunto es una obra de arte; a nivel competitivo es un deporte”. Desde la pedagogía está probado que el ajedrez genera una actitud positiva ante el estudio y, después, ante los retos que impondrá la vida, optimiza las habilidades del pensamiento.