Un habitante del municipio de Chocholá, Yucatán, ha buscado desde 2020 evitar que su municipio promueva la colocación de objetos decorativos en alusión al “nacimiento de Jesucristo”. El tema ha sido desechado por varias autoridades, pero la primera Sala de la SCJN le ha dado entrada al litigio y resolverá mañana.
El ministro ponente es Juan Luis González Alcántara , quien ha definido que la litis es si el municipio puede o no “arrogarse la facultad de colocar en espacios públicos símbolos que hacen alusión a alguna adscripción religiosa, como lo puede ser un nacimiento. Arrogación de facultades que se advierte es cuestionada en la medida en que, por un lado, la tradición histórica y socio-cultural del Estado mexicano se ha desarrollado en un contexto de culto a la religión católica ; pero, por otro lado, también han sido –históricamente– arduos y latentes los esfuerzos del Estado mexicano, incluso a nivel constitucional, (Estado laico) para evitar la intervención de las prácticas religiosas en el ejercicio de las atribuciones de las autoridades del país”.
Además, tacha al nacimiento de ser “un símbolo que no responde a una concepción histórica y cultural de México, sino a los íconos que son utilizados por la religión cristiana para revelar (sus) valores”. Finalmente, concluye que el municipio se debe de “abstener de colocar en espacios públicos signos que hagan alusión a una convicción religiosa específica; y (ii) Se abstenga en el futuro de erogar recursos públicos… para la colocación de símbolos, en espacios públicos que hagan alusión a una convicción religiosa específica”.
Si el proyecto en la Corte junta tres o más votos, de los cinco integrantes de la Sala, habrá un criterio para prohibir los símbolos religiosos —de cualquier religión— en el espacio y en las oficinas públicas. Con este fallo el ayuntamiento de Chocholá no podría poner su nacimiento, pero también da un criterio para que el resto de los ayuntamientos no usen recursos públicos (dinero) o el espacio público (calles u oficinas de gobierno) para hacer cualquier tipo de representación religiosa, dada la laicidad y neutralidad a la que ahora se obligará, pudiendo haber repercusiones para los funcionarios que sí lo hagan.
Así, se estaría diciendo adiós a los nacimientos y a las peregrinaciones en la vía pública. Entre éstas se tendrían que acabar: la Pasión de Cristo, que cofinancia la delegación de Iztapalapa y que es por ley patrimonio cultural de la Ciudad de México desde 2012 (a este evento acuden más de dos millones de personas cada año); y las peregrinaciones a la Basílica de Guadalupe, que es el recinto religioso más visitado del mundo, después de la Basílica de San Pedro , en Roma, y a la Virgen de San Juan de los Lagos, en Jalisco.
Como no veo a autoridad alguna prohibiendo las manifestaciones arriba señaladas, ni muchas otras que existen en el país, espero que la SCJN no vote a favor de un proyecto que nadie va a cumplir. Y cuando se hacen leyes o se votan resoluciones judiciales que se van a incumplir, lo que se debilitan son las instituciones, no la fe de las personas. Sin embargo, más allá de la decisión técnica-jurídica, es un grave error político dar una instrucción que va a antagonizar con el pueblo y sus tradiciones, al ser éstas un importante valor intangible.
En lo personal, disfruto mucho ver en la colonia Roma las muestras del budismo, en la zona poniente de la CDMX las luces conmemorativas de las fiestas judías y en muchas partes del país las innumerables festividades de la iglesia católica. Todas ellas, coloridas y con cientos o miles de años de tradición, nos hacen ser el México vibrante y multicultural que somos. Tratar de quitarlas no nos hará más, al contrario.
Todo esto me recuerda que mi sabia abuela me contaba que, en 1926, cuando entró en vigor la Ley Calles (del entonces Presidente Plutarco Elías Calles) y se buscaba limitar las manifestaciones religiosas, las mujeres —de todos los estratos económicos— acudían con cuchillos a las iglesias a defenderlas para que los “federales” no se llevaran a sus santos y vírgenes. Unos meses después estalló la Guerra de los Cristeros, en la que tuvimos más de 90 mil muertos. Ojalá todos aprendieran de la historia.
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