Ayer inició la transmisión en canales de TV de la serie Caníbal: Indignación Total. Le estoy muy agradecido por ello a Grupo Televisa, a JusticiaTV y a Canal 22. Para mí, esta historia empezó el 25 de mayo del año pasado, cuando publiqué en estas páginas el artículo El comandante que atrapó al Caníbal de Atizapán y conté la historia de un valiente policía quien, junto con su familia, buscó a su esposa, Reyna. La encontraron y ella fue la última víctima del que probablemente sea el mayor feminicida serial en México y quizá en el mundo.
Dicho artículo, y su información, tuvo más de 700 mil vistas en el sitio de EL UNIVERSAL, número que a todos en El Gran Diario de México nos sorprendió, por lo que inicié una investigación periodística más amplia para escribir un libro. El proyecto pronto cambió, cuando llegaron a mi poder los videos que el feminicida serial, cuyo nombre no voy a escribir, hizo de sus víctimas.
Pero también las entrevistas a vecinos, bomberos, policías y ministerios públicos, todas grabadas, apuntaban a la necesidad de hacer un audiovisual y que la gente en México se enterara de lo que había sucedido en este horrendo caso: un feminicida que, inspirado por una película muy conocida de Hollywood — El silencio de los inocentes —, en 1991, mismo año de su exhibición en México, empezó a asesinar mujeres.
La historia se convirtió en un caso extraordinario para contar la “normalidad” de cómo desaparecen y se mata a las mujeres en México. Lo que fuimos encontrando aún nos impresiona y causa horror, pero, sobre todo, indignación. Tan indignado estuve y estoy, que decidí entregar mi investigación gratuitamente para hacer un reportaje periodístico. Nadie quería hacer un documental sobre un tema así por lo polémico y por miedo. Miedo a hablar de feminicidios e impunidad, m iedo al enojo de las autoridades y miedo a enfadar al statu quo, al patriarcado.
Tanto se afectan intereses con la exhibición de este documental, que cuando iniciamos el rodaje se amenazó a decenas de servidores públicos de no hablar o irían a prisión. Y, más recientemente, el hoy alcalde de Atizapán ha señalado, en La Jornada, que quiere censurarlo, en lugar de emitir una alerta de género por lo que pasó y pasa en su municipio. ¿Qué razón pudiera tener para preferir ocultar lo que ahí sucede, en lugar de visibilizar lo acontecido y salvar vidas? Quizá pronto lo sepamos, pues ya hay una investigación abierta por encubrimiento.
En cambio, con decisión, el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Arturo Zaldívar, decidió avanzar un proyecto para dar a conocer el caso de Reyna y, con él, lo que sufren miles de familias en México. Él escribió sus razones en su columna del pasado 21 de junio en Milenio. Su causa es la de mejorar las condiciones de justicia y equidad de las mujeres en México.
Mis razones son simples: un mejor futuro para mi hija y para todas las mexicanas de su generación y de las venideras. Este documental no cambiará todo de la noche a la mañana, pero sí hará que muchas personas recapaciten sobre lo que hacemos mal a diario. En el proceso de su elaboración, también hemos encontrado motivos de esperanza: familias que no se rinden, autoridades que se esmeran, periodistas que investigan, medios de comunicación que ceden, gratuitamente, su información y espacios para poder contar la historia de Reyna y su familia.
Agradezco mucho a todo mi equipo, mayoritariamente mujeres, y a la producción, quienes me inspiraron, reeducaron y acompañaron en un tema tan escabroso. Sin ellos, esto no se hubiera logrado. Y, sobre todo, agradezco al Poder Judicial Federal y al presidente de la Corte, quienes decidieron no quedarse callados e impulsan una producción audiovisual para tratar de generar un cambio social en este país.
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