Se pudiera pensar que para los católicos, la época de mayor alegría es la Navidad, pero no es así. La celebración más importante, la que representa el momento de mayor júbilo entre la población católica es la fiesta de la Resurrección, con la que concluye la Semana Santa.
La Resurrección es el último momento del misterio pascual, precedido por la Pasión y Muerte de Jesús. Nos recuerda su triunfo sobre la muerte y pone al centro dos palabras clave: esperanza y misión.
Pascua significa “paso” y es la encarnación de la esperanza y la prueba viva de que es posible dar ese paso para empezar de nuevo, porque Cristo ha resucitado y con ello dio un paso que cambió la historia.
Es un extraordinario momento para dejar atrás las prácticas dañinas y dar paso a una renovada forma de pensar y actuar, a encabezar una misión de amor en nuestro entorno.
Ante los crecientes niveles de inseguridad, la polarización y la falta de oportunidades, parece fácil caer en la apatía. Sin embargo, es justo en estos momentos cuando tenemos la oportunidad de hacer las cosas distintas, de renacer, como Jesús nos enseñó.
Y por “hacer las cosas distintas” no se trata de asumir que un gobernante será capaz de cambiar el rumbo del país solo por colocarse la banda presidencial o por asumir las riendas de un territorio. Se trata también de asumir nuestra misión y nuestra responsabilidad como sociedad de lo que podemos cambiar, como priorizar el diálogo por encima de la polarización, de tender puentes en vez de muros, de elegir la paz en lugar de la violencia.
Atender y revertir la descomposición del tejido social comienza en los individuos y en las familias.
Lo que vivimos en Semana Santa no son simples momentos de religiosidad o expresiones de fe; son momentos de renovación, de asumir compromisos que nos harán mejores personas, mejores ciudadanos y pueden significar el renacer de nuestra sociedad.
En sus mensajes de Pascua, el Papa Francisco habla de la renovación de la esperanza ante momentos difíciles. “Nos hemos sentido impotentes y desalentados ante el poder del mal, ante los conflictos que dañan las relaciones, ante el cáncer de la corrupción y la propagación de la injusticia”. Pero la Pascua es el momento de caminar hacia el futuro, de regenerar la esperanza, de lavar los ojos del alma para ver y hacer cosas buenas.