Cerca de 80% de los mexicanos tienen redes sociales. Esto es más de 81 millones de personas, de acuerdo con datos de Statista actualizados a 2022. Sin embargo, la Iglesia ha tardado en hacerse presente en el ecosistema digital.
Y los datos lo respaldan: en una encuesta realizada por la Conferencia Episcopal de Estados Unidos en 2012, reveló que 53% de los católicos de ese país no tenían idea de que la Iglesia estaba presente en redes sociales. Si bien estos datos son de hace 10 años, en ese entonces ya nos encontrábamos en la época dorada de las redes sociales, con Facebook en su apogeo y una creciente presencia de Instagram y las apps en general.
Tuvo que ocurrir una pandemia mundial para acelerar el camino de la Iglesia hacia las plataformas digitales. Durante el encierro, incluso los que más se resistieron a “entrarle” a las redes sociales se vieron obligados a recurrir a la tecnología para conectar con los demás. Y la Iglesia no fue la excepción, especialmente cuando los templos se cerraron en 2020.
La pandemia aceleró el proceso de acrecentar la presencia de la Iglesia en el mundo digital. Sin embargo, también puso sobre la mesa los múltiples retos que esto implica, como comunicar la fe a las nuevas generaciones sin desvirtuar su sentido. En palabras del Papa Francisco: ver las redes como un recurso para acercarnos a los otros y a nuestra fe.
Y a pesar de que la Iglesia Católica es una de las instituciones más longevas de la historia, no le ha sido sencillo navegar por este cambio de época. “(Como Iglesia) tenemos la respuesta que da sentido a la vida: el desarrollo del espíritu. Y hasta hace unos años no la teníamos en el mundo digital”, dijo el Cardenal Carlos Aguiar Retes, durante la presentación de la app de la Arquidiócesis Primada de México, Iglesia Digital.
Hoy más que nunca, sabemos de la necesidad de abrir estos canales digitales, sobre todo para acercarnos a las nuevas generaciones que, si bien son quienes más buscan encontrarle sentido a sus vidas, son quienes cada vez se alejan más de las tradiciones religiosas.
La Iglesia está obligada a entrar a las plataformas digitales y renovar sus métodos y sus expresiones, sin embargo el desafío es aún más grande, pues también está obligada a propiciar el crear una comunidad presencial y a priorizar siempre un encuentro vivo, auténtico y cercano, en el que se pueda abrazar al hermano y hacer presente a Dios.
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