La devoción a San Judas Tadeo es una de las más populares de la capital de México: de acuerdo con datos del Gobierno de la Ciudad de México, alrededor de 50 mil personas visitan el templo de San Hipólito y San Casiano solo los días 28 de octubre.
Esta devoción también se ve reflejada en la cantidad de fieles que hacen fila afuera de la Catedral Metropolitana para ver y venerar la reliquia de primer grado de san Judas Tadeo (un hueso de uno de sus brazos) que estará en recorrido por varios templos del país durante las siguientes semanas.
“Comenzamos a rezar desde que hacemos fila”, dijo una pareja de fieles que esperó aproximadamente una hora bajo la lluvia para poder ver de cerca la reliquia.
Contrario a algunos mitos de la creencia popular, Judas Tadeo no es Judas Iscariote, el apóstol que traicionó a Jesús.
Fue más bien un hombre que dedicó su vida a llevar el Evangelio a Mesopotomia y Persia, incluyendo la zona de lo que hoy es Armenia, y murió martirizado, fiel a Jesús hasta el final de sus días.
Es conocido como “el santo de las causas difíciles y desesperadas”, pues su devoción reciente está totalmente ligado a los tiempos de crisis, como lo fue primero en Estados Unidos, donde adquirió gran popularidad en tiempos de la Gran Depresión.
Su fama llegó a México en la década de 1980, una época marcada por condiciones económicas y sociales adversas, derivadas de los ajustes dictados por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, además del gran crecimiento demográfico en las zonas urbanas. Las políticas nacionales e internacionales impulsadas en ese tiempo buscaban modernizar la economía mexicana, pero también profundizaron la desigualdad, la pobreza y el desempleo.
Fue en ese contexto que las personas que pasaban por una situación complicada, apelaron a su intercesión, y el santo fue ganando fama, pues hay que decirlo, si algo caracteriza a los mexicanos es que no se rinden ante la adversidad, y en ello mucho tiene que ver la fe.
Sin embargo, otro tipo de devotos también comenzaron a acudir a él: personas relacionadas con actividades delictivas, que fueron tomando como punto de encuentro el Templo de San Hipólito de la Ciudad de México. La devoción entonces se fue desviando hacia prácticas ajenas al cristianismo, y mezclando con prácticas como el esoterismo o el culto a la muerte.
Al respecto, la Iglesia establece claramente que los milagros no los hacen los santos, sino Dios, y que los santos son intercesores que ayudan para acercarnos a Dios, pero no son dioses por sí mismos.
En ese sentido, la presencia de esta reliquia en México es una oportunidad para que se dé a conocer la vida y obra de San Judas Tadeo, se ayude a limpiar su nombre de creencias ajenas a la fe y se motive a las personas a imitar su verdadero estilo de vida y fidelidad a Jesús.
Pero también las enormes filas congregadas para ver la reliquia mandan un mensaje: la necesidad de ser escuchados, el grito silencioso que miles de personas guardan en el corazón ante una situación difícil que viven y para el que encuentran alivio en la fe.
Director de Comunicación de la Arquidiócesis Primada de México
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