La Basílica de Guadalupe es uno de los santuarios marianos más visitado del mundo entero, junto a los santuarios de la Virgen de Lourdes, en Francia, y de la Virgen de Fátima, en Portugal. Antes de la pandemia, la Secretaría de Turismo estimaba que la Villa recibía aproximadamente 25 millones de visitantes al año. Casi la mitad de estos peregrinos suele acudir en las fechas cercanas al 12 de diciembre, fiesta de la Virgen de Guadalupe.
Si bien la tradición de visitar el santuario de la Virgen de Guadalupe data del Siglo XVI, las peregrinaciones como las entendemos hoy, comenzaron tras el fin de la Cristiada, como una forma de agradecer a la Virgen por la paz. Desde la década de 1930, todas las diócesis de México, encabezadas por su obispo, peregrinan a la Basílica una vez al año.
Hoy en día, las peregrinaciones son encabezadas por ciclistas, danzantes, antorchistas y familias que llevan en sus corazones una petición o un agradecimiento a la que consideran su madre. Los millones de peregrinos que año con año visitan la Basílica han hecho a nuestro país un pueblo con cimientos de fe guadalupana.
Los peregrinos son personas que, movidas por su profunda fe, son capaces de recorrer cientos de kilómetros bajo el sol, en la lluvia o en el frío, solo para pasar unos instantes a los pies de la tilma de Juan Diego. Sin embargo, además del desgaste físico, estas personas se exponen a robos, extorsiones y, sobre todo, accidentes viales.
En menos de una semana, dos accidentes automovilísticos han afectado a peregrinos que se dirigían a la Basílica de Guadalupe. Lamentablemente, un joven perdió la vida en uno de ellos. En noviembre de este año, 22 peregrinos provenientes de Michoacán fallecieron en un accidente en la carretera Joquicingo-Malinalco, en el Estado de México.
El año pasado, la Basílica de Guadalupe cerró sus puertas del 10 al 13 de diciembre, esto con el propósito de evitar aglomeraciones ante un alza de contagios de covid-19. Los millones de peregrinos atendieron el llamado a quedarse en casa y, este año, muchos esperan visitar la Basílica para agradecer por su salud o pedir fortaleza ante los retos que esta pandemia sigue representando.
Las peregrinaciones se organizan en grupos porque comprenden el sentido de caminar juntos para agradecer por lo que tienen. La fe y la esperanza de los peregrinos son inspiradoras en este tiempo donde el desánimo de la pandemia inundó nuestra vida cotidiana. Valoremos sus tradiciones y cuidemos de ellos si los encontramos en el camino.
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