En las últimas semanas se ha vuelto muy popular una serie mexicana titulada “Nadie nos va a extrañar”. La serie, ambientada en la década de los noventa y protagonizada por jóvenes talentos, cuenta la historia de un grupo de amigos que experimentan los dramas típicos de la adolescencia. Sin embargo, la serie da un giro sorprendente.
Y para explicarlo viene una alerta de “spoiler” para aquellos que planeen verla y no quieran que les arruine el final. Si eres de ese grupo, te recomiendo que detengas tu lectura, la veas, y regreses a este texto cuando la hayas terminado.
Si ya la viste o no te afectan los spoilers puedes continuar.
Resulta que el personaje más querido se quita la vida. Para algunos, esto parece una sorpresa; para otros, las señales estuvieron ahí todo el tiempo: un chico retraído, con familia distante, que encontró un lugar donde sentía que pertenecía por primera vez en su corta vida y de repente se entera que ya no lo va a tener. Y la idea de perder ese sentido de pertenencia le pareció demasiado aterradora.
La serie hace un gran trabajo en ilustrar cómo una persona que parece tener una vida normal y con bastantes comodidades puede estar sufriendo una profunda depresión, además de recordarnos que quienes consideran quitarse la vida suelen brindar señales que a veces pueden pasar desapercibidas.
Nos recuerda, en pocas palabras, que el suicidio es una realidad con la que convivimos todos los días y que es importante atenderla.
De acuerdo con estudios, los expertos consideran que 9 de cada 10 personas que se suicidan habían advertido de forma clara sus intenciones suicidas.
La Organización Mundial de la Salud señala que la tasa de muertes por suicidio es de 726,000 anuales, además de ser la tercera causa de defunción entre las personas de 15 a 29 años.
Y aunque las conversaciones en torno a la salud mental son cada vez más comunes, aún son pocas las instancias que atienden el suicidio como el grave problema de salud pública que es. Porque prevenir el suicidio requiere de acciones de varias esferas: desde concientización a cargo del sector público, hasta el apoyo de los círculos familiares, escolares y laborales.
El Papa Francisco ha reflexionado en mútiples ocasiones en torno al tema del suicidio: “Pienso en tantos jóvenes que no toleran las propias heridas y buscan en el suicidio una vía de salvación (…) Jóvenes que sienten un gran vacío sin que alguien escuche de verdad su grito de dolor y no encuentran otro camino que el suicidio”.
En sus mensajes, el Papa ha urgido a buscar acciones para que los jóvenes no se sientan solos ni discriminados, sino acogidos y apoyados.
Y es que, además de tratar el suicidio como el problema de salud mental que es, las personas (especialmente jóvenes) con tendencia suicida pueden verse beneficiadas si se les ofrecen herramientas emocionales y espirituales que los alienten a encontrarle sentido a la vida.
El suicidio se puede prevenir, si se realizan las intervenciones correctas y en tiempo. La primera tarea, que nos incluye a todos, es informarse y conocer esta problemática que pone en riesgo nuestro futuro, pues hay otra cifra también escalofriante: la de aquellos que intentan suicidarse y no lo lograron. Esa seguramente es más alta que aquella de los que sí lo lograron.
Un reconocimiento a la serie “Nadie nos va a extrañar”, pues sin la necesidad del morbo ni de imágenes grotescas, y con una historia finamente contada, despierta la empatía por aquellos que más nos necesitan y nos recuerda que, en nuestras manos, tenemos el enorme poder de salvar vidas. Solo que a veces no lo sabemos, y esta producción nos invita a utilizar ese poder.
Director de Comunicación de la Arquidiócesis Primada de México
Contacto: @jlabastida