Hace cinco años, el 19 de septiembre de 2017, un terremoto de magnitud 7.1 azotó México. El sismo dejó cerca de 370 muertos, más de 20,000 damnificados y miles de monumentos históricos dañados.
Han pasado cinco años, y de acuerdo con EFE, más del 23% de los damnificados continúan sin vivienda. En entrevista con esa agencia, miembros del colectivo Damnificados Unidos de la Ciudad de México, reclamaron el lento avance de la reconstrucción de sus viviendas. Y es que miles de personas vieron cómo su patrimonio se redujo a escombros en segundos y, a cinco años, son incapaces de recuperar sus vidas como las conocían.
El derrumbe de miles de edificios no sólo impactó elementos materiales, también espirituales. Numerosos templos y lugares de culto fueron afectados seriamente. Tan solo en la Ciudad de México, el sismo de 2017 provocó afectaciones en alrededor de 180 iglesias consideradas Patrimonio Artístico de la Ciudad de México. Esto toca las fibras espirituales de pueblos con profundo arraigo religioso en tradiciones y costumbres.
El reclamo de sacerdotes y feligreses se ha hecho presente desde hace varios años, pues la reconstrucción de los templos no solo es la preservación de nuestra memoria histórica como pueblo mexicano: es dar pasos agigantados en sanar la dolorosa herida que dejó aquél devastador sismo.
Pero la Iglesia tiene límites en esta labor de reconstrucción por dos razones: una, los templos dañados son propiedad federal y no es lícita su intervención por la vía libre, y dos, la intervención de un templo es muy costosa. Quienes deben encargarse de esta labor son instancias federales y locales, como la Secretaría de Cultura y el INAH.
Este 19 de septiembre de 2022, contra todo pronóstico y pese a la bajísima probabilidad, un nuevo sismo se percibió en el centro de México. Los daños fueron significativamente menores que hace cinco años, pero fue un recuerdo doloroso para millones de personas, especialmente para quienes aún reclaman la reconstrucción de su patrimonio.
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