Elia Ortiz tiene cerca de 60 años, varios de ellos viviendo en Acapulco. La mañana del 25 de octubre, después de evaluar los destrozos del huracán Otis en su casa, se aseguró que su familia estuviera bien, y tras unos minutos de shock, lo primero que pensó fue en ayudar. Caminó unos 15 minutos hasta la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, en Costa Azul, donde buscó al párroco y le dijo: “aquí estoy, ¿qué hacemos?”

Desde entonces hasta el momento en el que este texto se escribe, doña Elia acude todos los días a la parroquia para cocinar, junto con un grupo de personas, más de 2,000 comidas por jornada, de 8:00 a 19:00 horas, para las personas que acuden al templo en busca de saciar su hambre y sed.

“Comenzamos con una parrillita, después una más grande, después más, pero el padre y yo hicimos un compromiso: Nadie se va sin comer. No sabemos cuánto cocinamos al día, ni nada, pero aquí estamos tratando de servir”.

La parroquia del Sagrado Corazón de Jesús es una especie de cuartel lleno de superhéroes que, desde su fe, atienden las necesidades más básicas de los damnificados del huracán. Aquí también acude el padre Filiberto Velázquez, quien apenas unos días antes del paso de Otis, había sido víctima de un atentado de hombres armados mientras viajaba en su carro. Se había ocultado por miedo, pero al ver la magnitud de los daños, decidió salir del encierro. Hoy, es un puente clave entre Acapulco y la ayuda que llega desde distintas diócesis a Chilpancingo. “Fue la fe y ver la necesidad de la gente la que me hizo levantarme. No digo que no tengo miedo, pero tenía que hacer algo”.

En esta parroquia también está el padre Leonardo Morales, quien es el encargado del templo y coordinador de Cáritas Acapulco. Apenas habían pasado unas horas del azote de Otis, cuando la Marina llegó a la parroquia para pedirle apoyo en albergar a cientos de turistas que habían quedado varados. De inmediato hizo las adecuaciones para recibirlas, pero no quedó ahí: Gracias a la coordinación que ha encabezado y al apoyo de los tres niveles de gobierno, empresarios y todo tipo de voluntarios, hoy el templo del Sagrado Corazón de Jesús además de ser albergue y comedor es un espacio que brinda servicio de internet, permite a la gente cargar sus dispositivos, ofrece consultas médicas, permite a los asistentes descansar en el interior el tiempo que considere necesario, y por supuesto, da ayuda espiritual y emocional a quien lo pide.

A unos 45 minutos, otro superhéroe, el padre Josué Arroyo, administrador del templo de San Miguel Arcángel, en el municipio de Coyuca de Benítez, donde miles de personas perdieron su hogar. Desde los primeros días, el padre consiguió el apoyo para distribuir más de 1,000 desayunos y unas 500 comidas, además de buscar apoyos para que la gente reciba insumos que les permitan comenzar a reconstruir sus hogares.

El padre relata que había personas que tenían hasta dos días sin comer y que al llegar lloraban de agradecimiento por recibir un plato de frijoles con arroz.

A través de estos héroes y muchos más, Dios les abre los brazos a todos, y les muestra que no están solos, que en medio del caos ocurren cosas hermosas, como la unidad y la solidaridad.

Escribo este texto con una finalidad: inspirar a otros superhéroes que quizá hoy no han despertado. No dejemos de ayudar, no dejemos de asistir a quien nos necesita, no pensemos desde nuestras seguridades y egoísmos. Hagámoslo por amor. Solo amor.

¿Quién más quiere ser un superhéroe?

Director de Comunicación de la Arquidiócesis de México

Contacto: @jlabastida

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