Cada 15 de septiembre, a las 23:00 horas, mientras el presidente en turno termina la representación del tradicional Grito de Dolores, y las cámaras de televisión enfocan las luces en el cielo, la Catedral Metropolitana vive momentos angustiantes.

“El inmueble vibra de muchas maneras y a pesar de que es muy grande, el sonido adquiere una dimensión especial con todo y que son paredes muy gruesas. Se ve cómo cae la arenilla del aplanado, y causa miedo y preocupación por cómo se cimbra la estructura”, asegura el padre Ricardo Valenzuela, rector de Catedral.

Aunado a las lluvias intensas y a los conciertos en los que el volumen sale de proporción, entre las 23:00 y las 23:10 horas del 15 de septiembre, el recinto vive sus momentos más estresantes.

Desde hace varios años, las autoridades religiosas han manifestado preocupación por el peligro que representan los kilos de pólvora que se instalan para desplegar los fuegos artificiales, y aunque la organización corre bajo los estrictos cuidados de las Fuerzas Armadas, sabemos que no son pocos los incidentes recientes en los que la pirotecnia ha estado involucrada.

Además, a pesar de que las explosiones ocurren a una distancia superior a los 100 metros por encima del punto más alto de la Catedral, lo cierto es que sí se sienten las vibraciones. Adicional a ello, es común que los residuos terminen tapando las bajadas de agua.

Por si fuera poco, ya existe un antecedente, en 2016, cuando una bengala golpeó la cabeza de una escultura ubicada en una de las torres. La parte afectada recibió tal impacto que terminó pulverizada.

Y no olvidemos los daños del sismo del 19 de septiembre de 2017. De acuerdo con el INAH, el terremoto causó el desfasamiento de los sillares de cantería en los vanos de ambas torres-campanario; el agrietamiento de bóvedas y muros en los costados oriente, poniente y sur; la caída de la cruz que coronaba la torre poniente; y el colapso de la escultura de Manuel Tolsá llamada Esperanza, que representa una de las tres virtudes teologales del cristianismo.

La Catedral Metropolitana de la Asunción de la Santísima Virgen María a los Cielos (su nombre completo) es la obra más grande del virreinato y uno de los tesoros más grandes de México; es considerada como la más importante obra arquitectónica de estilo barroco en el continente, y la UNESCO la considera Patrimonio de la Humanidad. En este lugar, cuya construcción tardó más de 240 años, se encuentra el corazón histórico, religioso y artístico del país.

El uso de pirotecnia en Catedral representa el ejemplo más emblemático de un fenómeno nacional, en el que suele utilizarse a los recintos religiosos como sedes para instalar los fuegos artificiales de alguna celebración. En muchos de los casos, desafortunadamente se realiza sin el cuidado en los riesgos que lleva la quema de pólvora, tanto para las personas como para el patrimonio histórico, principalmente para el que se encuentra dañado, ya sea por algún sismo o por falta de mantenimiento.

La pirotecnia forma parte de nuestra identidad nacional, retrata la creatividad y el trabajo de familias de artesanos que se han dedicado por generaciones a este oficio.

Sin embargo, retomando las palabras del padre Salvador Barba, director de la Dimensión de Bienes Culturales de la Arquidiócesis Primada de México: “Debemos buscar soluciones para que la pirotecnia se conserve en todas sus expresiones y, junto a ello, se resguarde y evite dañar las estructuras”.

Director de Comunicación de la Arquidiócesis Primada de México. Contacto: Javier@arquidiocesismexico.org

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