Cuántas veces hemos escuchado la frase: “tengo a la mejor mamá del mundo”. Si existe una figura valiosa para los mexicanos, es la figura materna. No solo por tener la enorme gracia de dar a luz, también por su rol fundamental en la sociedad, encargadas de transmitir la educación inicial, formar a los hijos y acompañarlos en su crecimiento.
Hay otras mamás que también merecen el mote de “la mejor mamá del mundo”, aunque su característica principal es que perdieron a la persona que les llamaba “mamá”, y la perdieron no por causas naturales, sino gracias a una violencia que pareciera incontrolable.
Ellas, estas mamás, han perdido a sus hijos, pero no la esperanza. Como María Herrera Magdaleno, quien hace 16 años sufrió la desaparición de Raúl y Salvador; y en la búsqueda de sus dos hijos, perdió también a Luis Armando y Gustavo, de la misma manera dos años después.
Los días se van, pero no su ilusión de volverlos a ver, de abrazarlos de nuevo y escucharles decir “mamá”. Al contrario, Mary fundó una organización que hoy concentra a más de 200 grupos de madres buscadoras en México y es una de las líderes de la Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas, institución que ha sido un modelo para buscar a las personas desaparecidas con un sentido humanitario, así como de prevención, construcción de paz y reconstrucción del tejido social.
Gracias a los esfuerzos iniciados por doña Mary y más mujeres que han padecido el mismo sufrimiento, otras mamás han vuelto a ver a sus hijos. Quizá ella no ha encontrado a los suyos, pero su lucha es, sin duda, un ejemplo de amor y entrega.
En México, hay más de 100,000 personas desaparecidas desde 1964, de acuerdo con datos de la Organización de las Naciones Unidas. Detrás de cada una de ellas hay alguien que le busca, muchas veces una madre, como doña Mary, o Lorenza Garduño, quien busca a su hermano desde 2007, o Tita Radilla, quien sufrió la desaparición forzada de su papá el 25 de agosto de 1974.
Estas madres, las Madres Buscadoras, se organizan para buscar a sus hijos, ya sea vivos o muertos. Los buscan en vida porque se aferran a la esperanza, pero también buscan cuerpos porque muchas familias necesitan un cierre y una sepultura cristiana para seguir adelante. Se basan en informes del gobierno o en fuentes anónimas que les comunican la existencia de fosas clandestinas. Buscan igual en la morgue, en las cárceles o en las alcantarillas.
Las Madres Buscadoras no festejarán este 10 de mayo. En su lugar, convocan a una marcha para dar a conocer su exigencia: que se encuentren a todos los desaparecidos en México y se haga justicia. Después, celebrarán una Misa en la Basílica de Guadalupe para orar por los desaparecidos en México.
La labor de estas Madres Buscadoras es infinitamente valiosa, pero es una labor que nunca debió existir. Un país no debería de ser marcado por la desaparición de miles de personas y una madre no debería ser marcada por perder a su hijo a causa de la violencia.
Una madre que pierde a su hijo no deja de ser madre. Se convierte en una madre que tendrá por siempre un hueco en el corazón, una herida que no dejará de sangrar hasta que lo encuentre.
El Papa Francisco asegura que las mamás son el antídoto más fuerte a la difusión del individualismo egoísta, y las Madres Buscadoras van incluso un paso más allá, buscan a sus hijos, pero buscan también a los hijos, a los hermanos, a los esposos de miles de personas que han visto a su familia fracturarse como consecuencia de la inseguridad.
Ellas también son las mejores mamás del mundo.
Director de Comunicación de la Arquidiócesis Primada de México
Contacto: @jlabastida