La desaparición de más de 100 mil personas en México, de acuerdo con el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas, tiene una consecuencia colateral a menudo invisibilizada: aproximadamente 159,383 niñas y niños podrían estar viviendo en orfandad.

Las cifras, calculadas por la organización Tejiendo Redes Familia, que se basan en la tasa de fecundidad en México y el número de personas desaparecidas en edad reproductiva, son prueba de la forma en la que la violencia tiene consecuencias directas en las familias y el desarrollo de los niños y las niñas.

Hace unos meses, en este mismo espacio, hablamos de las Madres Buscadoras, quienes realizan una labor invaluable, pero que no debería de existir, pues ninguna madre debería de experimentar el dolor de perder a su hijo a manos de la violencia. Cuando se trata de niños, es aún más desgarrador. Ese mismo dolor lo viven también los huérfanos por desaparición, quienes, ante su inocencia y corta edad, son incapaces de comprender por qué mamá o papá no están.

Apenas este año, el Papa Francisco instauró la Jornada Mundial de los Niños que tiene como objetivo concentrar esfuerzos en el futuro de los más pequeños, con especial énfasis a un llamado a cuidarlos, guiarlos en su desarrollo y escucharlos. En el mensaje de esta jornada, el Pontífice habló de aquellos niños a los que la violencia y la guerra les roba la infancia.

“A todos esos niños a los que todavía hoy se les roba la infancia cruelmente, escúchenlos, o mejor aún, escuchémoslos, porque con su sufrimiento, con los ojos purificados por las lágrimas y con el constante deseo de bien que nace del corazón de quien ha visto verdaderamente qué terrible es el mal, nos hablan de la realidad”, dijo el Papa.

La orfandad por desaparición no es un concepto reconocido por el Estado, pero es la realidad de miles de niñas y niños. Estos niños son más propensos a crecer en entornos vulnerables, con carencias económicas, sociales y afectivas y, por ende, más propensos a continuar el ciclo de violencia hacia su vida adulta.

De acuerdo con datos del censo 2020 del INEGI, el 17.4% de los padres que perdió a un padre de familia abandonó la escuela; esta cifra se duplica cuando el menor pierde a ambos padres. Además, los niños que no poseen la protección de sus padres tienen mayor probabilidad de ser víctimas de entornos vulnerables, que se correlacionan con una propensión posterior a conductas asociadas con la delincuencia.

Los niños son el futuro de la humanidad. Cuando son despojados de sus padres, se les roba una posibilidad de un futuro pleno y digno. Necesitamos de infancias plenas para tener un futuro digno y este 30 de agosto, que se conmemora el Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones, es un triste recordatorio de que no podremos tenerlo hasta erradicar el cáncer de la violencia en México.

Director de Comunicación de la Arquidiócesis Primada de México

Contacto: @jlabastida

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