“Pido perdón humildemente por el mal que tantos cristianos cometieron contra los pueblos indígenas”, fueron las palabras del Papa Francisco a las comunidades indígenas de Canadá. El Papa, de 85 años y con un creciente mal en la rodilla que lo orilló a cancelar recientemente su viaje a África, se encuentra en un esperado viaje a Canadá.
Las investigaciones del papel de las escuelas residenciales puso sobre la mesa el rol de la Iglesia Católica, otras iglesias, del gobierno y de más instituciones que de alguna forma participaron en la gestión de estas escuelas a las que los niños indígenas eran enviados con el objetivo de despojarlos de sus tradiciones y de su lengua.
Se calcula que unos 150,000 niños fueron apartados de sus familias, y unos 6,000 murieron en estas escuelas, como consecuencia de las condiciones precarias de salud y la explotación infantil.
La disculpa del Papa fue recibida por sobrevivientes de escuelas residenciales y representantes de las comunidades indígenas. Pero, como bien mencionó el mismo Papa, se trata no de un punto de llegada, sino de un punto de partida para la reconciliación.
El Papa Francisco ha ofrecido disculpas en diversas ocasiones: en 2018, a las víctimas de abusos sexuales por parte del clero de Chile; por los excesos de la Iglesia Católica durante la Conquista de América, solo por mencionar algunas. Y es que para Francisco, el primer paso para resolver un conflicto es reconocer la verdad y darle valor a la memoria histórica, incluso de los hechos más dolorosos.
En su encíclica Fratelli Tutti, el Papa habla de la “tentación” de dar vuelta a la página diciendo que “hace mucho ya sucedió”, y hay que mirar hacia adelante. Esta tentación es una en la que hemos caído muchos católicos cuando se nos recrimina la complicada y dolorsa historia de nuestra Iglesia.
Cuando las comunidades indígenas de Canadá exigieron una disculpa del Papa Francisco por los abusos cometidos en las escuelas residenciales, algunos aseguraron que no era necesario revivir ese tema, pues varios miembros de la Iglesia ya habían extendido disculpas, incluido el Papa Benedicto XVI, en 2009.
Sin embargo, Francisco entendió que el valor de una disculpa no recae en un “ya lo hice”, sino en extenderla cuando la contraparte herida está dispuesta a escucharla y aceptarla. Por eso priorizó este viaje a Canadá por encima de su delicada salud que lo ha mantenido lejos de varias actividades en el Vaticano.
“La construcción de la paz es un trabajo paciente que busca la verdad y la justicia, que honra la memoria de las víctimas y que se abre, paso a paso, a una esperanza común, más fuerte que la venganza”, escribe en Fratelli Tutti.
Este proceso de reconciliación es necesario también para subsanar la visión que erróneamente y con un juicio muy a la ligera se ha creado de la Iglesia Católica, afectada gravemente por los malos testimonios, que han opacado la caridad cristiana presente no solo en Canadá, sino en todo el mundo.
Este gesto del Papa es justo una prueba de ello, y que muestra a una Iglesia con las puertas siempre abiertas, en donde todos nos encontramos, servimos y nos reconciliamos.
*Director de Comunicación de la Arquidiócesis Primada de México
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