El obispo Rolando Álvarez podría enfrentar hasta 10 años de cárcel por hacer su trabajo: profesar su fe y alzar la voz en contra de las injusticias. La historia de una persecución religiosa y política, que parece obra del siglo pasado, es una realidad en Nicaragua.
La hostilidad del gobierno de Daniel Ortega contra la Iglesia Católica puede remontarse a 2018, cuando la Iglesia expresó su apoyo a estudiantes durante las manifestaciones pacíficas de los nicaragüenses contra la corrupción y el nepotismo en el país. En ese entonces, los templos se volvieron espacios de diálogo y oración, pero también de consuelo a los heridos y familiares de los desaparecidos.
A mediados de julio, y hasta las fechas, los ataques del gobierno no cesaron; al contrario, se intensificaron. Obispos, sacerdotes, religiosos y laicos fueron acusados de desestabilizar al país; medios de comunicación católicos cerrados y censurados; y figuras de la Iglesia expulsadas de Nicaragua. Una de las imágenes más recordadas es la expulsión de las Misioneras de la Caridad.
En agosto de 2022, Monseñor Rolando Álvarez, Obispo de Matagalpa, y una de las voces más críticas contra el gobierno de Ortega, fue detenido cuando se encontraba camino a la Catedral de San Pedro para celebrar una Misa para pedir por la paz en Nicaragua.
Permaneció aprehendido desde entonces y ahora espera un juicio que fue adelantado un mes y que ahora se llevará a cabo el 15 de febrero. De ser encontrado culpable, y de acuerdo con el Código Penal de ese país, sería acreedor a cinco años de prisión por conspiración y cinco años por supuesta propagación de noticias falsas, más la aplicación de 800 días de multa.
La esperanza de un juicio justo no es muy alentadora: este 7 de febrero, cuatro sacerdotes, dos seminaristas y un camarógrafo —todos ellos detenidos junto con Monseñor Álvarez en agosto del año pasado— fueron condenados a 10 años de prisión por los mismos delitos.
Como defensores de los derechos humanos, alzamos la voz ante la persecución política y, quienes somos creyentes, oramos por la paz y para que se haga justicia. El Papa Francisco ya nos ha recordado que, con un diálogo abierto y sincero, se puede alcanzar una convivencia respetuosa y pacífica.
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