El sacerdote José Luis González Santoscoy, mejor conocido como Padre Pollo, es uno de los sacerdotes que estaba capacitado para visitar las áreas Covid en los hospitales durante el periodo más duro de la pandemia en Guadalajara. La misión del Padre Pollo, y la de decenas de sacerdotes que tenían acceso a estas zonas, era brindar consuelo espiritual a personas que se debatían entre la vida y la muerte.
En una ocasión, según lo que contó a la publicación Desde la fe, llevó hasta una persona intubada el mensaje que uno de sus familiares le había grabado en un celular. Los ojos del enfermo se llenaron de lágrimas al escuchar la voz de su ser querido, quien le pedía perdón.
Una encuesta realizada por Pew Research, reveló que tres de cada diez personas sintieron que su fe se fortaleció a raíz de la pandemia de Covid-19. Y estos números nos hacen sentido; incluso se quedan cortos, pues ante el miedo y la incertidumbre que provocó la pandemia, muchas personas se acercaron a su lado espiritual. Y la Iglesia redobló esfuerzos para asumir su labor más importante: llevar un mensaje de esperanza a los que sufren.
La labor de la Iglesia no se queda únicamente en el plano espiritual. Como el Evangelio demanda, estamos llamados a dar de comer al hambriento y de beber al sediento. Es por eso que, tan solo en México, la Iglesia Católica realiza alrededor de 2,500 obras sociales, según datos de la Conferencia del Episcopado Mexicano.
Históricamente, la Iglesia también ha asumido la misión de la mano ante las injusticias y violaciones a los derechos humanos. Uno de los casos más recientes es lo que está ocurriendo en Nicaragua. Allá, la Iglesia respaldó las protestas sociales que exigían la dimisión del presidente Daniel Ortega y, como consecuencia, ha sido vítcima de persecusión.
A la confiscación de inmuebles, cierre de varios medios de comunicación católicos y acoso a obispos y sacerdotes críticos de la dictadura, se ha sumado que un grupo de cinco policías se apostara en la puerta principal de la curia episcopal para evitar que el obispo Rolando Álvarez se trasladara a la Catedral de San Pedro a orar por el cese de la represión gubernamental.
La Iglesia en Nicaragua está siendo anulada y perseguida, un fenómeno que pensamos lejano tanto en temporalidad como geografía. Además de una violación a los derechos humanos, se priva a la gente del consuelo y esperanza que ofrece la Iglesia en tiempos difíciles, especialmente en un país golpeado por el autoritarismo y la crisis económica.
Es inimaginable un país en donde en pleno siglo 21 se anule la posibilidad de que la gente tenga a una Iglesia para abrazarle y cobijarle ante el dolor. En Nicaragua tristemente estamos viendo la cancelación de la labor de la Iglesia católica, estamos viendo cómo se le deja sin voz, se le persigue y se le asedia.
Oramos por ustedes y estamos con ustedes, y recordamos las palabras de San Pablo a los Corintios. "Cuando un miembro sufre, todos sufrimos con él".
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