Del 1 al 6 de agosto se llevó a cabo la edición 37 de la Jornada Mundial de la Juventud, en Lisboa, Portugal, donde se reunieron más de un millón y medio de jóvenes a escuchar las palabras del Papa Francisco y a participar en diversas actividades con miras a promover la fe entre las nuevas generaciones, que en los últimos años se han alejado de la Iglesia JMJ permitió ver a una Papa Francisco alegre, renovado en su salud, bromista y sonriente; un Papa que dejó de lado los discursos preparados y decidió hablar desde el corazón ante las multitudes de jóvenes que gritaban una y otra vez: “¡Esta es la juventud del Papa!”

Apenas hace unos meses, el pontífice apareció en un documental en el que dialogó con jóvenes de distintas realidades, lo mismo ocurrió hace unas semanas en su 'Popecast', y ahora aprovechó este encuentro multitudinario en la JMJ para hablar sobre los problemas que afectan a los jóvenes.

Situaciones como la depresión, el aislamiento, el impacto de la tecnología y los videojuegos, entre otros temas, estuvieron frecuentemente en sus discursos, pero también hizo especial énfasis en un mensaje: “No tengan miedo”. Pidió a los jóvenes no tener miedo al dolor, a las dificultades de la vida, ni tener miedo a enfrentarse a las realidades duras.

Les recordó que no están solos: “Jesús quiere colmar nuestro miedo, tu miedo, mi miedo, esos miedos oscuros los quiere colmar con su consolación”.

Pero también se detuvo a cuestionarlos en su rol ante los problemas sociales y ante los más necesitados. “¿Le tengo asco a la pobreza de los demás? ¿Busco siempre la vida destilada, esa que existe en mi fantasía, pero no existe en la realidad? Cuántas vidas destiladas, inútiles, que pasan por la vida sin dejar huella, porque su vida no tiene peso”, cuestionó el pontífice, antes de motivar a los jóvenes a asumir el compromiso de acercarse a los que sufren. “El único momento que es lícito mirar a una persona de arriba abajo es para ayudarla a levantarse”, les dijo.

La última JMJ fue en Panamá en 2019, y muchos cambios ocurrieron desde entonces. En esta ocasión se integraron más eventos para motivar el encuentro entre los jóvenes y con Dios, a través de lenguajes diferentes y actuales.

Entre los eventos se incluyó un festival de misioneros digitales, un concierto del grupo Hakuna, que ha causado revuelo mundial, y la participación del sacerdote portugués Guilherme Peixoto, un cura DJ que puso a bailar a más de un millón de jóvenes con remixes de música católica, previo al último encuentro con el Papa.

Algunos medios internacionales destacaron que esta Jornada Mundial de la Juventud dio prueba del carisma y capacidad de convocatoria del Papa Francisco, que ha sabido posicionarse como una figura capaz de entender y atraer a las nuevas generaciones.Pero el éxito de esta jornada también consistió en mostrar que los jóvenes tienen sed de Dios, buscan respuestas y consuelo espiritual. Los parques Eduardo VII y Tajo, donde se desarrolló la JMJ de Lisboa, fueron testigos de que la Iglesia sí tiene jóvenes de todos los continentes.

Y como prueba de ello, la elección de la ciudad y el país de la siguiente edición en 2027: Seúl, en Corea del Sur. Una elección interesante, pues se trata de un país con 50 millones de habitantes, de los cuales solo cinco millones son católicos. Un país que, pese a su pequeño tamaño y limitada población, cuenta con más de 100 santos.

El reto es claro: aunque la JMJ de Lisboa sorprendió en muchos sentidos y mostró la cercanía entre los jóvenes y Francisco, estos cuatro años rumbo a Seúl representan un desafío importantísimo para esta juventud del Papa que mostró su músculo y que ahora tiene como tarea acercar a la Iglesia a millones de jóvenes en el mundo que, por una u otra razón, se han alejado de los templos.

Director de Comunicación de la Arquidiócesis Primada de México

Contacto: @jlabastida

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