Fue curiosamente una epidemia el origen de la representación de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo en Iztapalapa. En 1833, una epidemia de cólera morbus, que había arrasado con miles de vidas en Asia y Europa, llegó a nuestro país, en donde causó la muerte del 5% de la población de la Ciudad de México, de acuerdo con diversos cronistas.

Particularmente, en el Barrio de San Lucas, en lo que hoy conocemos como la alcaldía de Iztapalapa, el número de muertos fue tan grande que muchos fueron enterrados sin registro de defunción. Desesperados, los pobladores imploraron un milagro al Señor de la Cuevita, el patrono de la localidad, para que detuviera la pandemia.

La promesa consistiría en realizar todos los años la representación de la Semana Santa, y así fue como en 1843 inició una tradición que este año cumple su 178 aniversario.

Este acto de piedad popular, que congrega a dos millones de personas, de acuerdo a cifras oficiales, se realizará por segundo año consecutivo sin presencia de personas, y será transmitido a través de las plataformas digitales, con el fin de evitar contagios de Covid-19.

Esta medida, acorde a las indicaciones sanitarias necesarias en esta época, muestra la suma de voluntades de muchas personas por detener una tercera ola de contagios en el país; una razón más que necesaria cuando tenemos cerca de 200,000 personas fallecidas, de acuerdo a las cifras oficiales.

Sin embargo, la medida será inútil si no se complementa con otras más, particularmente que desincentiven las reuniones masivas o la innecesaria y descuidada salida de miles de personas a las calles.

Hace tres meses, la Arquidiócesis Primada de México, en conjunto con el Gobierno de la Ciudad de México, implementaron con éxito contundente una estrategia para evitar la llegada de peregrinos a la Basílica de Guadalupe; posteriormente también se diseñó una estrategia para evitar las aglomeraciones en los templos por la época de posadas.

Sin embargo, los esfuerzos fueron insuficientes, y enero trajo consigo las semanas de mayor cantidad de contagios, y por ende el mayor número de fallecimientos, un pico tan elevado, que apenas meses después se logró disminuir.

Durante este año de pandemia, la Iglesia ha mostrado una actitud ejemplar ante la crisis sanitaria que vivimos, poniendo por encima los cuidados necesarios para proteger la vida de las personas, reduciendo a un nivel mínimo la capacidad en los templos, utilizando las plataformas digitales para llevar a cabo su actividad pastoral, trabajando en conjunto con las autoridades de salud y de gobierno, y actuando de una forma estricta en la revisión y ejecución de las medidas preventivas.

Es necesario un compromiso mayor de la población por ser estrictos en su cuidado. Si hoy se habla de una posible tercera ola de contagios es porque, como ocurrió en las fiestas decembrinas, es previsible un relajamiento en los cuidados durante las vacaciones de Semana Santa.

Hay sectores, como la Iglesia católica, que han trabajado muy duro y hecho grandes sacrificios para evitar contagios por Covid-19. Es indispensable que los demás sectores y la sociedad en sí asuman el mayor de los compromisos, más en un momento en el que la campaña de vacunación nos permite visualizar un mejor panorama en el horizonte.

Director de Comunicación de la Arquidiócesis Primada de México
Contacto: @jlabastida

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