Estamos a pocos días de que inicie la Copa del Mundo de la FIFA , que este 2022 se llevará a cabo en Qatar. Para muchos, esta es nuestra época favorita, pues millones de personas de distintas nacionalidades se unen por dos causas comunes: la pasión por el futbol y el incansable sueño de ver a nuestro país coronado como el Campeón del Mundo.

En palabras del Papa Francisco, el deporte es un constructor de la paz: cuando el deporte se practica poniendo a las personas en el centro y potenciando el placer de jugar juntos, hace crecer el sentido de comunidad y la alegría de compartir.

“¡Cuántas personas en situación de marginación han superado los peligros del aislamiento y la exclusión precisamente a través del deporte! La práctica de un deporte puede convertirse en una vía de redención personal y social, una forma de recuperar la dignidad”, dijo el Papa hace apenas dos semanas.

Sin embargo, este sentido del deporte tiene que estar en el centro de todas las preparaciones y, lamentablemente, este Mundial aún no inicia y ya nos ha dejado lecciones de lo que no se debe de hacer.

Qatar tuvo solo 12 años para construir 7 estadios de última generación, instalar carreteras y ampliar su aeropuerto. Para lograrlo, contrató a miles de trabajadores migrantes de países como India, Nepal y Bangladesh. Sin embargo, se enfrentaron a represión y condiciones de trabajo comparables con la esclavitud. Sus empleadores les confiscaron los pasaportes para que no salieran del país, en un sistema de Medio Oriente conocido como kafala.

El medio The Guardian reportó que, entre 2010 y 2020, murieron miles de migrantes que trabajaban en la rama de la construcción. Varios de ellos se suicidaron al no soportar trabajar bajo el sol, a más de 45 °C, aunque las autoridades de Qatar registraron el 70% de ellas como muertes naturales.

Estas terribles condiciones impulsaron reformas en materia laboral en Qatar y pusieron sobre la mesa la necesidad de mejorar las prácticas laborales en todo el Golfo Pérsico. Y, aunque aún queda mucho por hacer, se realizaron significativos avances en los últimos 5 años.

Este será el último mundial de Messi y Ronaldo. Los ojos estarán puestos sobre ellos y sobre otros futbolistas que hoy despiertan los anhelos de miles en el mundo. Pero también es el primer Mundial pospandemia, el Mundial que se desarrollará en medio de una cruenta guerra en Europa, el Mundial que llega mientras la depresión es el mal del siglo.

¿Quién será el campeón? Es una de las grandes interrogantes a las que apelan las casas de apuesta, las quinielas entre amigos y familiares y el análisis de todos los expertos en deportes.

El mundo necesita hoy una bocanada de oxígeno, una luz de esperanza, más que un distractor. El mundo necesita que, más allá de un equipo, el auténtico campeón sea un evento deportivo que detone un proceso constructor de paz.

Qatar 2022 es una gran oportunidad para que jugadores, organizadores y aficionados demos una muestra que el deporte realmente nos une, que puede redimirnos como personas y como sociedad en esta dura temporada por la que hoy atravesamos.

Como aficionados, tenemos el poder de ejercer presión para que la justa mundialista no pierda su sentido: unirnos a través de un deporte que trasciende fronteras, ideologías e idiomas.

Director de Comunicación de la Arquidiócesis Primada de México
Contacto: @jlabastida

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