El 8 de marzo es el Día Internacional de la Mujer porque se conmemora la lucha por la efectiva igualdad de la mujer en la sociedad. Se celebraría si ya no existieran temas pendientes en torno a la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres, pero lamentablemente no es así: la desigualdad existe y las cifras lo comprueban.

En México, un promedio de 10 mujeres son asesinadas al día. Privar la vida a una mujer por el simple hecho de ser mujer es ya un delito tipificado como feminicidio. En 2022 se registraron 947 feminicidios, de acuerdo con el Sistema Nacional de Seguridad Pública: 947 personas se les arrebató su vida solo porque nacieron mujeres.

Las mujeres conforman prácticamente la mitad de la población; sin embargo, no están integradas en el sistema económico ni en la toma de decisiones políticas. Por ejemplo, 29% de las mujeres mexicanas no cuentan con ingresos propios, frente a solo 8% de los hombres, de acuerdo con datos de la CEPAL. Y en cuanto a tareas del hogar, el INEGI reveló que las mujeres dedican un promedio de 30 horas a tareas domésticas a la semana, mientras que los hombres solo destinan 9.

¿Por qué esta lucha por la igualdad nos compete a todos? Porque una sociedad equitativa, en la que todos tengan cabida, es el verdadero camino hacia el progreso. En palabras del Papa Francisco: una sociedad que cancela a las mujeres de la vida pública es una sociedad que se empobrece. Necesitamos mujeres en la sociedad que nos ayuden a cambiar.

Es la lucha histórica de las mujeres, pero acabar con la desigualdad nos compete a todos: desde la apertura de espacios seguros para toda mujer y evitar que sean violentadas y minimizadas, hasta la creación de oportunidades. Porque la Constitución puede hablar de igualdad de derechos, pero cuando hablamos de igualdad de oportunidades, aún nos queda un largo camino por recorrer.

Integrar a las mujeres en todas las esferas de la sociedad tiene beneficios tangibles: desde el crecimiento en 15% del producto interno bruto de México —de acuerdo con cálculos del IMCO—, hasta un incremento en el bienestar social y la protección jurídica si hay más mujeres tomando decisiones de política pública.

Conocemos el problema y los beneficios que traería solucionarlo (y hay datos que lo respaldan), el siguiente paso, entonces, es abrazar la lucha por una sociedad más justa, en la que hombre y mujer sean iguales en la teoría y en la práctica.


Director de Comunicación de la Arquidiócesis Primada de México
Contacto: @jlabastida

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