Agotado el inútil y costoso ejercicio de consulta sobre la revocación de mandato, los distractores presidenciales comienzan a agotarse, al igual que él y la población. A pesar de la enorme movilización, el grotesco uso de recursos públicos y la flagrante violación a la Constitución y la ley, por parte de funcionarios públicos y del partido en el poder, el número de personas que acudieron a las urnas para apoyar a López Obrador fue apenas la mitad de los que le dieron su respaldo en el 2018. Ahora, lo que sigue, es que arreciarán los ataques contra el Instituto Nacional Electoral (INE). El presidente ha anunciado que presentará una iniciativa de reforma constitucional para echar a los actuales consejeros de ese instituto y a los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, a fin de que sean sustituidos por quienes el pueblo elija ¡mediante el voto directo y secreto! Una estupidez como tal solo se explica por el afán de capturar al árbitro electoral para que pite en la contienda del 2024 al gusto del tirano. Afortunadamente, Morena y sus aliados no tienen los votos necesarios en ninguna de las dos cámaras del Congreso de la Unión toda vez que se requiere una mayoría calificada de las dos terceras partes de los individuos presentes. Será una intentona fallida, pero útil para tratar de debilitar esos órganos constitucionales en la conversación pública. Lo cierto es que el INE volvió a demostrar que es una autoridad confiable y eficaz. Y los consejeros Lorenzo Córdova y Ciro Murayama han mostrado tener talante y tamaños para enfrentar, en la arena política, los embates de la infame y autodenominada “cuarta transformación”. La misma suerte correrá la iniciativa de reformas y adiciones a la Constitución en materia energética. En plena semana mayor, se aprestan a discutir y votar, en la Cámara de Diputados, una pieza legislativa regresiva y miope. Engañaron a medio mundo con su simulacro de “parlamento abierto” para que, al final, el presidente instruya a sus semovientes que no le hagan cambio alguno a su iniciativa. Ah, pero eso sí, le pide a los legisladores del PRI que se rebelen y que voten a favor de su proyecto. De ese tamaño la incongruencia y el autoritarismo del Ejecutivo Federal. Ya lo han dicho a los cuatro vientos los diputados y dirigentes nacionales de la oposición: esa reforma no pasará. Será otro revés para quien se ha ostentado popular e invencible. Hoy está moralmente derrotado. Y es que, por más que pretenda engañar a los incautos, la Corte no avaló la constitucionalidad de su Ley de la Industria Eléctrica. Por el contrario, la votación fue de siete votos en contra y solo cuatro a favor. La puerta para tumbarla a partir de demandas de amparo quedó abierta de par en par. Mientras todo esto ocurre entre muros y pasillos de los tres poderes de la unión, en la calle, la población resiente los estragos de la inflación más alta en las últimas dos décadas y la incontenible violencia a manos de la delincuencia organizada y tolerada. La paciencia se agota, y los recursos económicos también. Es hora de fortalecer contrapesos y liderazgos.
Abogado