El presidente López Obrador ha dicho que sus conferencias de prensa son “un ejercicio circular que garantiza el derecho a la información”. Falso. Además de ser su única actividad relevante del día, ese ejercicio mediático es una práctica de propaganda política, desinformación y hostigamiento. Resulta inadmisible que, quien debiera ostentarse como un auténtico jefe de Estado y de gobierno, se conduzca como un vulgar porro que divide a la tribuna. Lo suyo es polarizar con su actitud delirante. Es un sembrador de odio. Sus grotescas afirmaciones, sus descalificaciones y la manera tan ofensiva de atacar, intimidar y amedrentar a periodistas y medios de comunicación, distan mucho de ser, como él afirma, un “derecho de réplica”. No tiene idea de lo que habla. Peor aún. Utiliza recursos oficiales para exaltar su propia imagen. Y todavía más grave, es que se sirve del Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano, que agrupa a los medios electrónicos oficiales, para sus perversos fines. El problema con esta práctica de sembrar odio a diario es que se cosecha violencia, tarde o temprano. El ataque artero del presidente contra tres reconocidos, respetados y queridos periodistas nacionales: Ciro Gómez Leyva, Carlos Loret y Sergio Sarmiento, apenas la semana pasada, al afirmar que “si los escucha uno mucho, hasta le puede salir a uno (sic) un tumor en el cerebro”, ya tuvo consecuencias. De no ser por el blindaje del vehículo que conducía el jueves por la noche, Ciro habría muerto, víctima de un atroz, repugnante y cobarde atentado a manos de sicarios. Al día siguiente, López simuló solidarizarse con el periodista y repudió el ataque. Ah, pero en esa misma conferencia, arremetió de nueva cuenta contra otros medios y editorialistas. Su “gesto” fue mera hipocresía, como todo en su gobierno, una puesta en escena. Por si fuera poco, ayer lunes, volvió a la carga con nueva ira y nuevos nombres, y los vinculó con su derrota electoral del 2006 misma que, por lo visto, jamás terminará por digerir. Ignoro quién fue el autor intelectual y material del atentado contra Ciro. Pero me queda claro que nadie se atrevería a semejante salvajada de no ser por un clima de división y ofensa verbal que se escucha, lee y respira en la sociedad, provocado por el mismísimo presidente y su diatriba. El brutal ataque no solo fue contra el periodista sino contra la libertad de expresión y de prensa, derechos humanos fundamentales. Tenemos un presidente incompetente e indolente, es decir, al que no le duele el dolor ajeno, el dolor evitable. Lo suyo es el poder, como un fin en sí mismo. El dilema es claro: democracia o dictadura. Sociedad, partidos políticos, organizaciones civiles y medios de comunicación estamos llamados formar una alianza para salvar a México. Manos a la obra.

Abogado

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