El 13 de noviembre quedará escrito en el almanaque nacional como un auténtico parteaguas. La marcha convocada para defender al Instituto Nacional Electoral (INE) en la Ciudad de México desbordó cualquier cálculo de los organizadores y se multiplicó en 60 plazas más. Fue un movimiento auténticamente orgánico, natural, espontáneo, alegre, ordenado, alejado de cualquier forma de violencia. pero con una clara causa superior: la defensa de nuestra democracia y libertades. Hasta aquel histórico domingo, la preocupación y malestar frente a tan malos resultados de gobierno pero, sobre todo, por la amenaza real de la captura del árbitro electoral que, con tanto esfuerzo y décadas de negociación política, nos hemos dado los mexicanos (INE), era una colección de voces aisladas, pero no alineadas. La marcha rosa, como quedó nominada, movilizó a gente que, otrora, difícilmente se habría reunido para levantar la voz en un coro sonoro, imponente, estridente, vibrante y nacionalista. Fue el despertar ciudadano y, más importante aún, el despojarse del miedo que, a diario, inyecta en sus discursos de odio, desprecio y polarización el tirano que aspira a perpetuar su miserable movimiento a cualquier costo. Nosotros, andamos mientras que él topó con pared. Y es que la movilización dominical trajo, como consecuencia, muy relevantes efectos: los partidos políticos, opacados por una ciudadanía empoderada, fueron los destinatarios del mensaje “el INE no se toca”. Su presencia, lejos de intentar un falso protagonismo, los comprometió como no se había visto, a votar en consecuencia y cancelar esa burda intentona autoritaria. El presidente lo sabe y, por eso, anunció su “plan B”, con los votos de sus fanáticos semovientes en el Congreso, para reformar lo poco que le alcance, el marco legal que rige los procesos electorales en el país y que está debidamente consagrado en la Constitución. De pretender, como es su costumbre, incorporar en la legislación secundaria contenidos contrarios a la norma suprema, enfrentaría una verdadera embestida de acciones legales que, sin lugar a dudas, serían debidamente resueltas por el poder judicial. Otro efecto que trajo la marcha del día 13 fue la resurrección de la alianza Va por México. Se restablecieron los puentes de diálogo y confianza para mantener intocada la legislación. Y, todavía más, esa alianza va también por la ruta electoral con lo cual, podremos detener la metástasis morenista en todo el territorio y más allá del 2024. Todo esto lo sabe un descolocado y caprichoso mandatario que convoca a una contramarcha de leales y acarreados. #SeguimosEnMarcha

Abogado

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