El presidente López Obrador resulto ser incompetente e indolente. Basta con ver los resultados en materia de seguridad pública; el pésimo manejo de la pandemia por Covid-19; la aletargada marcha de la economía; la pérdida de empleos formales; el brutal aumento de la pobreza; los feminicidios; su retrógrada política ambiental; la errática relación bilateral con Estados Unidos; su intolerancia frente a la crítica, los medios, periodistas, e intelectuales; su desprecio por la división de poderes; la incomodidad que le provocan los órganos autónomos y sus constantes ataques al federalismo; su fobia hacia el árbitro electoral y su inocultable arrebato por violar sistemáticamente la Constitución (y la ley en general). Sus ocurrencias se convierten en política pública desde el púlpito de las mañaneras. No hay planeación estratégica, no hay equipo, no hay evaluación y, en consecuencia, no hay logros que presumir.
De otra parte, encontramos a un presidente que se dice el más humanista de la historia y, a la vez, el más atacado por la prensa. Afirma que el feminismo no es un movimiento orgánico sino una estrategia de “los conservadores” para golpearlo. Los hechos, empero, lo contradicen. En efecto: desapareció estancias infantiles; dejó sin quimioterapias a niños con cáncer; cerró albergues para mujeres violentadas; no hay apoyo para madres solteras; se reporta la venta de niñas en Guerrero y Oaxaca; aumentan los feminicidios; se deja sin equipo básico al personal médico que enfrenta la pandemia; no se vacuna a médicos y personal hospitalario del sector privado, hay escasez de medicamentos, no se paró en Tlahuelilpan tras la desgracia que enlutó a 137 familias, y un largo etcétera.
Ahora, López Obrador da muestra de una indignante falta de empatía (término neoliberal, a su decir) al afirmar que, si no había acudido al lugar de la tragedia de la línea 12 del Metro en Tláhuac, era porque “esto no es de irse a tomar fotos, ¡eso ya también al carajo!”. Acto seguido, huyó a Oaxaca, Chiapas y Tabasco a realizar diversas actividades muy alejadas de la tragedia, y se tomó fotos en Dos Bocas, Paraíso, Tren del Istmo, refinería de Minatitlán y, finalmente, grabó un video mientras se zampaba semejante Tlayuda, acompañada por unos frijolitos negros, los acompletadores. Ah, y por si fuera poco, ayer, en lugar de conferencia de prensa, organizó un festival por el Día de las Madres en el Salón Tesorería de Palacio Nacional mientras, afuera del recinto, colectivos y padres de personas desaparecidas solicitaban, infructuosa y lacrimosamente, una cita con un indolente presidente que se atrevió a decir: “las mamás son primero”. Pues qué bien lo disimula.
Abogado