La semana pasada, desde el púlpito de su conferencia mañanera, el presidente López Obrador dijo: “Miren, no quiero que el tema sea nada más lo del feminicidio, ya está muy claro. Se ha manipulado mucho sobre este asunto en los medios, no en todos desde luego, los que no nos ven con buenos ojos aprovechan cualquier circunstancia para generar campañas de difamación, así de claro, de distorsión, información falsa. Este es el caso.

Acaba de explicar el fiscal exactamente lo opuesto a lo que se ha difundido y ha quedado completamente claro que nosotros vamos a proteger a las víctimas y, de manera especial, a la población vulnerable, a niños, a mujeres, adultos; y que éste es un gobierno que procura la justicia. Nosotros no vamos a hacer nunca nada en contra de los derechos de los mexicanos”.

Y remató con una afirmación que lo seguirá hasta el último de sus días: “No quiero que los feminicidios opaquen la rifa (del avión presidencial)”.

Horas antes, se daba cuenta del monstruoso feminicidio de Ingrid Escamilla, una joven poblana de 25 años de edad, y que había denunciado que era víctima de amenazas por parte de su pareja, sin que nada se hiciera al respecto. El salvaje que le quitó la vida describió, con lujo de detalle, la manera en que la torturó, desolló y desechó los restos por el drenaje. Por si fuera poco una punta de irresponsables, tomaron imágenes del cadáver de Ingrid y las filtraron a medios de comunicación cuyo amarillismo les caracteriza. Las redes sociales, con toda razón, se inundaron de textos que expresaban dolor, rabia, solidaridad, y bellas postales en memoria de Ingrid.

Luego, vino un hecho que ha conmocionado a la nación entera: el caso de Fátima, una niña de apenas siete años de edad cuyo cuerpo fue encontrado en bolsas de basura, desnuda y torturada, en las inmediaciones de la Alcaldía de Tláhuac, de la Ciudad de México. Fátima fue reportada como desaparecida desde el 11 de este mes, cuando las “autoridades” de su escuela permitieron que se retirara de la mano de una mujer desconocida.

En la mañanera de ayer, al ser cuestionado por el dolorosísimo caso de Fátima, la respuesta de López Obrador no pudo ser más frívola. Dijo: “es muy lamentable que esto suceda y desde luego estamos haciendo todo lo que nos corresponde para evitarlo. El modelo neoliberal produjo que se cayera en la decadencia, un proceso de degradación progresivo. El número de homicidios también se mide en el grado de descomposición social que produjo la política neoliberal”.

Ya días antes había dictado un bobo decálogo de buenas intenciones pero cero acciones. Y no, presidente. El neoliberalismo no mata. Lo que mata es su ineptitud y su indolencia.

En un país donde, diariamente, asesinan a 10 mujeres y en el que la Fiscalía General de la República propone olvidar el tipo penal de feminicidio para regresar al homicidio calificado, hechos como los de Ingrid y Fátima lastiman, provocan rabia, indignación y han hecho que las manifestaciones en las calles se multipliquen. Ante eso, el presidente pide “a las feministas, con todo respeto, que no nos pinten las puertas, las paredes, que estamos trabajando para que no haya feminicidios”. Ya Claudia Sheinbaum, quien funge como Jefa de Gobierno de la Ciudad de México se había negado a pronunciarse sobre tales manifestaciones con un escueto “ahorita, no. Gracias.”

No en balde se volvió trending topic mundial el mote de #ElCacas, tras su exabrupto dominguero. El gobierno de López Obrador despide un hedor nauseabundo.

Abogado

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