Si la absurda decisión de cancelar el proyecto del aeropuerto de Texcoco se considera “el error de octubre”, lo vivido en las últimas semanas en nuestro país habrá de recordarse como “el horror de octubre”.

En efecto. Las malas noticias se amontonan mientras el presidente López Obrador sonríe y le da la espalda a la realidad. Y es que en los rubros que más le importan a la ciudadanía, los resultados están para llorar. Así, en economía, combate a la corrupción y en materia de seguridad pública, este gobierno está reprobado.

Veamos algunos ejemplos, todos ellos con cifras oficiales: la inversión fija bruta tuvo una caída de 9.1 por ciento en julio, la mayor contracción desde noviembre del 2009; la industria de la construcción cayó a su peor nivel en 12 años al reportar una baja del 10.2 por ciento en agosto; la generación de empleo formal experimenta una marcada desaceleración debido a la pobre dinámica económica, propiciada por la “austeridad republicana”, el subejercicio en el gasto público y la citada caída en la inversión fija bruta.

Más aún: mientras las importaciones totales cayeron 1.8 por ciento en septiembre las de bienes de capital lo hicieron en 13.5 por ciento, lo cual es reflejo del desplome en la inversión productiva. Para Jonathan Heath, subgobernador del Banco de México, “las cifras de comercio exterior adelantan la posibilidad de que la actividad económica de septiembre tenga una tasa negativa respecto al mes anterior, por lo que existe una elevada probabilidad de que el PIB del tercer trimestre termine en terreno negativo”.

En cuanto al combate a la corrupción se refiere, es de escándalo la revelación de Areli Quintero y Carlos Loret sobre las propiedades y negocios del director general de la Comisión Federal de Electricidad (cuyas utilidades netas cayeron 73 por ciento durante el tercer trimestre del año), Manuel Bartlett. Sus respuestas son tan bobas como la reacción de la titular de la secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval. En pocas palabras: pueden ser corruptos siempre y cuando sean cuates.

Y justo en la semana en que el inútil secretario, Alfonso Durazo, festinaba un supuesto punto de inflexión en cuanto a criminalidad se refiere, se dieron tres espantosos sucesos: la emboscada en que murieron 13 policías estatales en Aguililla, Michoacán; la ejecución de 14 civiles pertenecientes a Guerreros Unidos y un militar, en Tepochica, Iguala; y, desde luego, el monumental fracaso del operativo en Culiacán, Sinaloa, en el que, con todas sus letras, el Estado Mexicano fue humillado por el Cártel de Sinaloa, en el fallido intento de aprehender a Ovidio Guzmán López, hijo de Joaquín “El Chapo” Guzmán. Para el presidente (con minúscula) López Obrador, con la capitulación de su gobierno se evitó una masacre y fue, entonces, una acción humanitaria. El colmo de la incompetencia y la desvergüenza. Y, por si algo faltara, en su visita al municipio de Etchojoa, Sonora, el mismo presidente comparó los programas sociales de su gobierno con Jesucristo y el cristianismo. Hizo pedazos el artículo 40 constitucional y el legado de su admirado Benito Juárez. En suma: urge que termine el mes de octubre. Y el sexenio, también.


Abogado

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