Diversas interpretaciones han surgido tras los comicios del domingo pasado. Para algunos, fue un triunfo arrollador de Morena que gobernará (con sus aliados en San Luis y Morelos) en 22 de las 32 entidades federativas. Para otros, fue una bocanada de aire fresco para la alianza opositora al no solo vencer, por casi 20 puntos de diferencia, en Aguascalientes, con Tere Jiménez al frente.
El campanazo vino en Durango, con una estrategia bien definida y ejecutada por los partidos aliados, y un candidato carismático como lo es Esteban Villegas, que alcanzó un amplio triunfo de cerca de 15 puntos porcentuales. Y, en Tamaulipas, si bien Morena parece haber logrado una apretada victoria, habrá que esperar al cómputo distrital y las impugnaciones que presentará la alianza por las graves anomalías reportadas. No veo, pues, un claro ganador ni perdedor.
Así es la normalidad democrática y los árbitros electorales estuvieron a la altura de las expectativas. Empero, lo que sí es preocupante es el nivel de abstencionismo que se registró. En pocas palabras, más de la mayoría de los electores inscritos en el padrón optaron por no acudir a las urnas. Esos abstencionistas, en muchos casos, son los mismos que, a diario, mientan madres por la situación que atraviesa el país e, incluso, ellos y sus familias.
Está más que probado que, a menor participación ciudadana, mayor acarreo y compra de votos. La democracia, pues, se diluye para dar paso a las peores prácticas de simulación y, más grave aún, de la intromisión de la delincuencia organizada. Por momentos, a los funcionarios de casilla y evitan la presencia de representantes de los demás partidos. Ahuyentan a la fuerza pública y se encargan de embarazar las urnas para que gane Morena. Sucedió en el 2021 y se repitió, al menos en Tamaulipas, este año.
Los gobernadores de Morena y aliados, así electos, quedan a merced de dos amos: un presidente con aires de dictador que desprecia y hasta le estorba el pacto federal, y el crimen organizado que financia campañas y cobra caro su amor. Así pues, por supuesto que en 2024 habrá tiro.
Pero, para que el tiro sea exitoso, considero que debe haber un método de selección de los candidatos atractivo y democrático; una plataforma que armonice lo mejor de los partidos de oposición (incluido MC), y que recoja las principales preocupaciones de la ciudadanía; y una participación de, cuando menos, el 70 por ciento del electorado que, en conciencia, responsabilidad y libertad, vote para poner alto a la destrucción nacional que estamos viviendo y evitar que México se pudra como un narcoestado.
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