La pasada, fue una semana de penosos sucesos. Comencemos por recordar la brutal embestida contra 109 fideicomisos públicos cuyos fondos habían sido destinados a ciencia, tecnología, cine, investigación, cultura en general, atención de desastres naturales, deporte de alto rendimiento, medio ambiente, protección de víctimas, de defensores de derechos humanos y periodistas, entre otros fines. Por mero capricho presidencial, acusando actos de corrupción que no comprobó, el primer mandatario ordenó su exterminio a fin de quedarse con una bolsa de alrededor de 60 mil millones de pesos, para su uso discrecional en año electoral. Fue tal la prisa por satisfacer al caudillo, que los senadores sesionaron, durante 12 horas, en la vieja casona de Xicoténcatl, con nula ventilación y sin sana distancia. El resultado: tres senadores contagiados de Covid-19 mientras que el Senador suplente por Tlaxcala, Joel Molina, falleció.
Luego, 43 congresistas estadounidenses, republicanos y demócratas, enviaron un escrito al presidente Trump, en la que advierten el incumplimiento, por parte de México de una serie de acuerdos en materia energética contenidos en el tratado de libre comercio (T-MEC). Con toda razón, señalan la amenaza a la inversión que asoma tras el arbitrario cambio de reglas de la nueva política energética que pretende fortalecer a Pemex y a la Comisión Federal de Electricidad (CFE), en detrimento de la participación privada y la competencia. La respuesta presidencial no pudo ser peor. Dijo: “no nos interesan los negocios privados, nos interesan los negocios públicos. A los que se les debe dar toda la atención es a los negocios públicos porque somos servidores públicos”. Para Rematar, espetó que a él no le paga Repsol sino los mexicanos.
Y fue más allá. Afirmó que la utilización de energías limpias es un sofisma al igual que la aseveración de que las plantas de la CFE son viejas y contaminantes. En su vetusta visión de las cosas, las energías limpias, si bien no son contaminantes, están subsidiadas. Así pues, la apuesta será “rescatar a la CFE”, para lo cual comprarán más carbón, opuesto a lo que se planteó en su “Proyecto de Nación 2018-2024”. Ahí, literalmente se compromete a “acelerar la transición hacia las fuentes renovables de energía, como la eólica, la solar y la pequeña hidráulica; reemplazar combustibles fósiles en la generación de electricidad e incentivar la autogeneración de electricidad con fuentes renovables de energía”.
Es un desastre. Las fobias, miopía, prejuicios e ignorancia de este gobierno matan inversiones, acaban con el empleo formal y entumecen la recuperación económica.