La gran mayoría de bancos centrales tiene como objetivo prioritario el control de la inflación. Esto no se deriva de dogmas o caprichos. En virtud de los costos de la inflación y de las herramientas de las que disponen estas instituciones, lo mejor que pueden hacer para contribuir al crecimiento económico es enfocar sus baterías en el logro de una inflación baja y estable.
En efecto, es ampliamente aceptado que el control de la inflación es un requisito necesario, aunque no suficiente, para un crecimiento sano; que en tanto que en el largo plazo la inflación es determinada fundamentalmente por la política monetaria, el banco central no tiene influencia directa sobre el crecimiento económico en este horizonte; y que incluso en el corto plazo, los márgenes que en ocasiones tiene la política monetaria para estimular la actividad económica, solo pueden aprovecharse si esto no afecta la estabilidad de precios.
No obstante lo anterior, la posibilidad de dotar a los bancos centrales de un mandato dual, que incluya como objetivo prioritario además de la inflación al crecimiento económico, es recurrentemente materia de debate. Y, como es natural, la discusión tiende a presentarse con mayor frecuencia durante etapas prolongadas de debilidad económica.
La realidad es que esta discusión es estéril y peligrosa.
De lo asentado en los párrafos anteriores, sería de esperarse que la respuesta de política monetaria de un banco central fuera básicamente la misma, independientemente de si cuenta o no con un mandato dual.
La Reserva Federal de los Estados Unidos (FED), que opera con un mandato dual, nos lo acaba de ilustrar con claridad durante su decisión de política monetaria del pasado 15 de junio. Actualmente, ese país enfrenta la mayor inflación en más de 40 años. Para contenerla, ha venido apretando su política monetaria. En virtud de que la tasa de inflación ha superado sus expectativas, durante su reunión de mediados de junio la FED decidió incrementar el rango objetivo para su tasa de referencia, la tasa de interés interbancaria de corto
plazo, en 75 puntos base, no obstante que desde tiempo atrás había mandado la señal de que el aumento sería de 50 puntos base.
Con esta acción, incurrió en varios riesgos con un costo potencial considerable: 1. de sorprender al mercado, se acentuaba la posibilidad de generar turbulencia en los mercados financieros internos y externos; 2. un cambio de señal de última hora puede afectar la credibilidad de la comunicación del banco central y, por tanto, dificultar el manejo de su política monetaria; 3. aunque la FED intentará restringir la política monetaria sin debilitar en exceso la economía, está consciente de que estas acciones pueden propiciar una recesión en Estados Unidos, temor que se ha acrecentado en los mercados en las últimos días.
¿Cuál ha sido la posición de la FED ante estos riesgos? La Institución ha enfatizado que “…su compromiso con el restablecimiento de la estabilidad de precios, lo que es indispensable para mantener un mercado laboral fuerte, es incondicional.”
¿Es criticable esta filosofía? En lo absoluto. Si algo se le puede reprochar a la FED es que su respuesta fue tardía, lo que seguramente forzará un apretamiento de la política monetaria mayor de lo que hubiera sido necesario con acciones oportunas de la magnitud requerida.
Si la implementación de la política monetaria no debería verse afectada por un mandato único o dual, ¿deberían los bancos centrales ser indiferentes a una u otra opción? Por supuesto que no. Uno de los principales peligros de incorporar el mandato dual en la ley del banco central, es que puede dar lugar a presiones políticas, por desconocimiento o por interés electoral, para que esas instituciones lleven a cabo acciones, más allá de las que responsablemente pueden tomar, para estimular el crecimiento. Esta es una de las mejores recetas para el desastre. Las crisis de los años 70 y 80 en México muestran con claridad cuál es el desenlace cuando se sigue este camino.
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