Finalmente tenemos los resultados preliminares de lo que ha sido no solamente el mayor proceso electoral, sino también uno de los más complejos y violentos en la historia de México. Una vez completada esta etapa, la nueva administración deberá concentrar su atención en cómo llevar a cabo una conducción del país que redunde en el bienestar de la población.

Para lograr este objetivo se requiere un diagnóstico imparcial tanto de la situación actual como de las promesas de campaña que verdaderamente pueden cumplirse. Uno de los elementos fundamentales de este esfuerzo es definir con toda objetividad en qué estado se encuentra nuestra economía y cuáles serán los retos más importantes en los próximos años.

La buena noticia es que, a su llegada al poder, el nuevo gobierno se va a encontrar con una economía con niveles de deuda pública como porcentaje del PIB relativamente bajos, cuentas externas cercanas al equilibrio, un sistema financiero sólido, grado de inversión para la deuda externa soberana y una oportunidad extraordinaria derivada del llamado “nearshoring”.

La mala noticia es que todo lo anterior está prendido de alfileres. La economía enfrenta riesgos enormes tanto en materia de estabilidad macroeconómica y financiera, como de crecimiento. Por razones de espacio, me limito a mencionar los que considero los diez retos más importantes.

Primero. Lo más urgente es fortalecer las finanzas públicas. La necesidad de reducir el elevado desequilibrio fiscal proyectado para este año (casi 6% del PIB) es solo un primer paso. A esto hay que agregar los enormes compromisos de gasto existentes (programas sociales, pensiones, costo financiero de la deuda), las necesidades en numerosas áreas (salud, educación, agua, energía, infraestructura) y la solución definitiva de los problemas de PEMEX. No nos engañemos. En ausencia de una solución rápida y satisfactoria a estos desafíos, seguramente veremos un escenario de inestabilidad macroeconómica y bajo crecimiento.

Segundo. La inflación es todavía demasiado elevada. El principal instrumento para hacerle frente es la política monetaria, responsabilidad de un banco central autónomo. Sin embargo, esta no puede por sí sola controlar la inflación. En particular, en un entorno como el actual de finanzas pública frágiles, aumentos salariales excesivos y baja productividad, será muy difícil llevar la inflación a la meta de 3%. ¿La implicación si estas condiciones no desaparecen? Tasas de interés muy elevadas por mucho tiempo.

Tercero. La economía mexicana enfrenta un problema grave de insuficiente crecimiento, que se ha acentuado a lo largo de los años. Durante el periodo 2019-2023, el PIB per cápita mostró una variación media anual negativa (-0.1%), su peor desempeño desde la crisis de la deuda de los ochenta. Para corregir esta situación, se necesita mejorar la lamentable trayectoria de la inversión y la productividad.

Cuarto. El nearshoring puede dar un fuerte impulso al crecimiento de la economía mexicana. Desafortunadamente, las condiciones para que esto se haga realidad, de sobra conocidas, no se han cumplido. Nadie debería sorprenderse, por tanto, de que no se observe todavía un efecto relevante en la inversión extranjera hacia México.

Quinto. El gobierno mexicano no tiene ni tendrá recursos suficientes para hacer frente a las necesidades de inversión del país en los próximos años. En diversas áreas, como los hidrocarburos y la electricidad, tampoco cuenta con la capacidad tecnológica y/o operativa. ¿La conclusión? Debe fomentarse la inversión privada en los sectores en los que esto sea conveniente. Esto no se deriva de una postura ideológica, sino del más elemental pragmatismo.

Sexto. Una mayor participación de la mujer en la actividad económica es importante no solamente por justicia social, sino como un medio para incrementar el crecimiento potencial. La experiencia internacional muestra que esto puede alcanzarse rápidamente si se instrumentan las políticas adecuadas y se destinan los recursos suficientes a este objetivo.

Séptimo. La relación con nuestro vecino del norte, de por sí difícil, se puede complicar aun más ante el riesgo de que México quede en una posición incómoda en el conflicto entre China y Estados Unidos, y en virtud de la posibilidad de un cambio de gobierno en este último país. Será necesario encontrar el equilibrio que permita atender estos retos y llevar a buen puerto la revisión del tratado comercial de América del Norte que tendrá lugar en 2026.

Octavo. Un marco institucional con adecuados pesos y contrapesos es un ingrediente indispensable para el desarrollo sano de cualquier economía. Lo que México requiere es el fortalecimiento de dicho marco, no su destrucción.

Noveno. Los problemas de gobernanza representan uno de los principales obstáculos al crecimiento económico en México. Entre ellos, ocupan un papel prominente los temas de inseguridad y falta de estado de derecho. Para corregir esta situación, lo primero que debe hacerse es escuchar los gritos desde dentro y fuera del país sobre su agravamiento reciente.

Décimo. Es imposible pensar en el logro de un crecimiento sostenible sin resolver el problema de la pobreza y las desigualdades en México. Ya pasó el momento de vanagloriarse de los avances. La atención debe concentrarse ahora en asegurar que estos avances no se reviertan, y en los 47 millones de personas en condición de pobreza, los 65 millones sin acceso a la seguridad social y las inaceptables inequidades en distintos ámbitos.

Ante estos hechos, la nueva administración tendrá dos opciones. Seguir defendiendo una realidad orientada a objetivos electorales, como si siguiéramos en campaña, y esperar a que el destino nos alcance. O bien, reconocer la triste situación que enfrentamos, y con un enfoque pragmático hacer lo mejor por resolver los problemas del país. El desplome del peso y en general la turbulencia en los mercados financieros mexicanos ante el abrumador resultado electoral, nos está proporcionando un mensaje muy claro de la preocupación por las acciones que puedan tomar no solamente la siguiente administración, sino también la actual, ya que existe la posibilidad de que se sometan enmiendas constitucionales al nuevo Congreso antes del cambio de mando. Ignorar el mensaje de los mercados sería un grave error.

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