Bajo circunstancias de enorme complejidad, la Reserva Federal de los Estados Unidos (FED) decidió el 22 de marzo aumentar el objetivo para su tasa de referencia en 25 puntos base. De manera simultánea, suavizó la perspectiva de la posible trayectoria futura de la tasa de fondos federales. En específico, a diferencia del posicionamiento agresivo que había sugerido apenas hace unas semanas, el mensaje que acompañó a la más reciente decisión es que es de esperarse solamente un incremento adicional de la tasa y que esta podría mantenerse en ese nivel el resto del año.

¿En qué radicaba la complejidad de esta decisión? Las recientes quiebras de algunos bancos en Estados Unidos dieron lugar a temores de una crisis de mayores proporciones y, consecuentemente, a una turbulencia considerable en los mercados financieros. Un alza adicional o excesiva de la tasa de fondos federales podría complicar la situación, especialmente tomando en cuenta que los problemas en el sistema bancario estadounidense se debieron parcialmente al apretamiento que ha venido observando la política monetaria de ese país. Por otra parte, ante presiones inflacionarias considerables, en ausencia de una respuesta adecuada de la política monetaria la credibilidad de la FED se vería afectada, complicando aun más el descenso de la inflación.

¿Cómo enfrentó este dilema la FED? Bajo el supuesto de que el problema del sistema bancario estadounidense está concentrado en unas pocas instituciones, es decir, que no es de naturaleza sistémica, las autoridades monetarias consideran que pueden utilizar instrumentos diferentes para atacar los problemas de inflación y estabilidad financiera. De esta forma, la política monetaria, a través del aumento de la tasa de interés (apoyado por las medidas de restricción cuantitativa en vigor) se concentró en el control de la inflación. Por su parte, los retos de estabilidad financiera se están atacando a través de acciones de provisión de liquidez y otras medidas enfocadas directamente a los bancos en dificultades.

El problema es que el nivel de incertidumbre, que ya era elevado antes del surgimiento del problema bancario, se ha acentuado todavía más. La FED pudo moderar el incremento de la tasa de fondos federales, dado el apretamiento observado y esperado de las condiciones financieras, especialmente como resultado de la contracción del crédito. Al tener efectos equivalentes a los de un alza de la tasa de fondos federales, esto cumpliría en parte la tarea de la política monetaria.

Sin embargo, la FED está actuando básicamente a ciegas, porque no tiene forma de saber qué tanto y por cuanto tiempo se apretarán las condiciones financieras. Si el problema se resuelve pronto, podría surgir la necesidad de acelerar el aumento de la tasa de referencia. Por el contrario, si la incertidumbre se prolonga, la solidez del sistema financiero estadounidense podría ponerse en duda y el riesgo de recesión se haría patente. En este caso, seguramente veríamos un relajamiento importante de la política monetaria.

La FED publicó en esta ocasión el resumen de las proyecciones de los participantes en la reunión del Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC por sus siglas en inglés). Por los motivos anteriormente explicados, la utilidad de dichos pronósticos es modesta. Esto puede ilustrarse con la información contenida en el diagrama de puntos que se anexa al comunicado: 10 de los participantes proyectan para finales de 2023 una tasa de fondos federales de 5.1%, otros 7 anticipan cifras por encima de ese nivel y 1 más la ubica por debajo. Las divergencias en años posteriores son aun más marcadas.

En virtud de lo anterior, creo que en esta ocasión sería un error asignar demasiada importancia a las proyecciones macroeconómicas de los integrantes del FOMC. Inclusive da la impresión de que, ante una situación de incertidumbre inusualmente elevada, el incremento de 25 puntos base a la tasa de fondos federales de hace unos días, más que una decisión con bases macroeconómicas sólidas, es un intento por encontrar una cifra que permita mantener la credibilidad en la política monetaria sin afectar la estabilidad financiera, mientras el panorama se aclara.

¿Las implicaciones para México? Yo destacaría dos.

Por el momento, nuestro Banco Central no enfrenta el dilema entre inflación y estabilidad financiera que se observa en Estados Unidos. Además, tanto las autoridades como las agencias calificadoras han resaltado la ausencia de vínculos importantes con los bancos estadounidenses en problemas y, en general, la fortaleza de nuestro sistema bancario. Esto permite a la política

monetaria concentrarse, sin ambigüedades, en abatir la inflación. De todas formas, el entorno para la decisión se complica dada la mayor incertidumbre respecto de la trayectoria futura del sistema financiero, de las tasas de interés y, en general, de la economía estadounidense.

Por otra parte, es importante que las autoridades mexicanas den un seguimiento estrecho a las lecciones del reciente episodio en Estados Unidos. En particular, preocupa el estallido del problema a pesar de que las autoridades estaban conscientes de los factores que lo ocasionaron, así como los comentarios de algunas de ellas respecto de una velocidad de retiros de depósitos nunca antes vista.

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