Es difícil imaginar un escenario más complejo que el enfrentado por la economía mundial en los últimos años. La peor pandemia en un siglo, seguida de una guerra en Ucrania, que han propiciado un costo humano elevado y choques sobre los precios de materias primas y alimentos, las cadenas internacionales de suministro y la demanda global. El resultado: severas afectaciones tanto a la inflación como al crecimiento mundial. Y lo peor es que todo hace suponer que los problemas continuarán.
El Banco Mundial y la OCDE publicaron a principios de junio sus proyecciones para la economía mundial. No prevén una recesión global y esperan una disminución gradual de la inflación, pero reconocen los enormes riesgos, y sus expectativas para el crecimiento y la inflación se han deteriorado. Asimismo, anticipan que en muchos países la inflación será superior a su meta por un periodo considerable, y el Banco estima para los próximos años un crecimiento económico mundial inferior al de la primera década de este siglo.
Desafortunadamente, aun estas proyecciones parecen optimistas. El Banco Mundial, cuya cobertura de países es más amplia, supone en su escenario central que no habrá recesión en ninguna de las principales economías, que la guerra en Ucrania se contendrá, que los réditos internacionales subirán ordenadamente, y que los precios de los productos primarios y el problema sanitario se moderarán.
Aunque no pueden descartarse resultados peores, es difícil esperar que el crecimiento de los precios de materias primas y alimentos se mantenga al ritmo actual por mucho tiempo, y las dificultades en las cadenas de suministro deberían atenuarse, apoyadas por una pandemia que está cediendo. Sin embargo, otros de los supuestos parecen más arriesgados.
Al respecto, cabe destacar que la preocupación por el riesgo de una recesión en Estados Unidos se ha acentuado. Casi 70% de los economistas encuestados recientemente por el Financial Times proyectan que esto ocurrirá en 2023. La Reserva Federal (FED) ha reconocido que enfriar la economía sin generar una recesión enfrenta retos de gran complejidad. Dada la magnitud y naturaleza del problema inflacionario en ese país, creo que en el mejor de los casos veremos una fuerte desaceleración de su economía. Además, como resulta evidente de la decisión de política monetaria del FED del 15 de junio, el riesgo de alzas mayores de lo previsto de sus tasas de interés y, por tanto, de salidas importantes de capital de las economías emergentes, es considerable.
¿Cuál son las implicaciones para México en los próximos años? Considero que el alivio gradual de algunos de los choques observados y la existencia de capacidad no utilizada, permitirán el descenso de la inflación, pero que esta se mantendrá relativamente elevada debido a expectativas de inflación de largo plazo altas y desancladas, aumentos salariales por encima de la productividad y posibles presiones sobre el peso. Respecto al crecimiento económico, los factores dominantes serán seguramente la actividad económica en Estados Unidos y las políticas públicas en vigor en México, lo que apunta a cifras lastimosas. Ojalá me equivoque, pero el panorama luce desolador.
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