La decisión de la Reserva Federal de los Estados Unidos (FED) de la semana pasada repercutió con fuerza en los mercados financieros de ese país. En particular, las tasas de rendimiento de los bonos a 10 años se incrementaron a sus niveles más elevados desde 2007, el dólar se apreció y las bolsas de valores se contrajeron. Los efectos se sintieron también en los mercados de otras economías, independientemente del efecto que pudieron haber tenido en estos las decisiones tomadas casi al mismo tiempo por otros bancos centrales.
A mi juicio, los principales mensajes que se desprenden del comunicado de política monetaria de la FED y de la conferencia de prensa del Presidente de su Junta de Gobernadores, Jerome Powell, son los siguientes: en este momento, la preocupación principal es el restablecimiento de la estabilidad de precios; después de un ajuste rápido y considerable de la tasa de fondos federales, se ha logrado llevarla a niveles cercanos a los deseados, lo que sumado a los rezagos con los que opera la política monetaria, obliga a proceder con más paciencia al evaluar la necesidad de aumentos adicionales; lo anterior y el entorno de gran incertidumbre, requieren de un enfoque reunión por reunión basado en la información disponible en el momento de cada decisión; por consiguiente, la FED no está en posibilidades de ofrecer una guía explícita para la evolución futura de la política monetaria.
Pudiera parecer sorprendente que, en ausencia de una guía y ante una decisión ampliamente anticipada que dejó inalterado el objetivo para la tasa de fondos federales en un nivel de 5.25 a 5.50%, el anuncio de la FED causara tanto revuelo. ¿Qué ocurrió? Que los mercados interpretaron parte de la información proporcionada como una guía futura.
¿Por qué? En esta ocasión, la FED publicó el resumen de proyecciones económicas (RPE) elaborado con base en los pronósticos de cada uno de los integrantes del Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC por sus siglas en inglés), responsable de tomar las decisiones de política monetaria. El RPE presenta un panorama más optimista para el comportamiento de la economía estadounidense en el periodo 2023-2025. Las proyecciones de crecimiento se ajustaron al alza y las de desempleo a la baja, a cifras muy cercanas a su nivel de largo plazo. Al mismo tiempo, la trayectoria de la inflación se mantuvo casi inalterada y las expectativas para la tasa de fondos federales aumentaron. En suma, un aterrizaje suave de la economía, acompañado de tasas de interés más elevadas, durante un periodo más prolongado.
Varias de las proyecciones del RPE fueron recibidas con escepticismo. Sin embargo, el detalle de las cifras no es lo más relevante de esta información. De hecho, durante la conferencia de prensa Jerome Powell subrayó que el RPE no es un plan discutido y negociado, sino la acumulación de los puntos de vista individuales de los 19 integrantes del FOMC. Aclaró además que, aunque la FED busca un aterrizaje suave de la economía, este no representa en la actualidad su escenario base.
Por tanto, más que el detalle de los pronósticos, lo importante del RPE es, en primer lugar, que la mayoría de los integrantes del FOMC considera probable que será necesario aumentar una vez más la tasa de fondos federales durante 2023. En segundo lugar, que es de esperarse que la tasa de referencia sea más elevada en 2024 y 2025 de lo que se preveía hasta hace poco. Y, en tercer lugar, que la FED está dispuesta a apretar la política monetaria aun si esto implica un pronunciado debilitamiento de la economía.
De esta forma, no obstante los esfuerzos de Powell por restarle relevancia al RPE, este representó de facto la guía para los mercados sobre la posible trayectoria futura de la política monetaria y, considerando la reacción de estos, un poderoso instrumento de comunicación.
La economía estadounidense está presentando señales mixtas. Por una parte, aunque la inflación ha descendido, se mantiene en niveles elevados, la expansión de la actividad económica ha rebasado las expectativas y están surgiendo nuevas amenazas, entre ellas el incremento de los precios del petróleo. Por otra parte, hay indicios de desaceleración de la actividad económica, el ahorro de los consumidores ha caído de manera importante, y el incremento de las tasas de interés empezará a afectar de manera más clara la demanda conforme las necesidades de refinanciamiento de pasivos se vaya materializando. Además, existe el riesgo de un impacto negativo en la actividad económica tanto de un cierre gubernamental por las discusiones presupuestales, como de las huelgas en el sector automotriz.
En este contexto incierto, la FED ha decidido priorizar el combate a la inflación. Desde esta perspectiva, el peculiar esquema de comunicación adoptado, sin guía futura formal pero con una implícita a través del RPE, funcionó correctamente. ¿Qué habría pasado con el mensaje opuesto?
Si la FED hubiera publicado un RPE que llevara a descartar un aumento adicional de la tasa de interés de fondos federales este año y a una trayectoria de dicha tasa para 2024 y 2025 parecida a la pronosticada en el RPE anterior, seguramente la reacción de los mercados habría sido de euforia, provocando una reducción de las tasas de interés de largo plazo y, en general, un relajamiento de las condiciones financieras. ¿El resultado? El debilitamiento de la estrategia antiinflacionaria de la FED y un probable daño a la credibilidad de su compromiso con el combate a la inflación.