A estas alturas del partido, la persona que ocupará la presidencia de México a partir de octubre de este año ya debería tener clara la magnitud de los retos que heredará en los distintos ámbitos de la política pública. Debería, pero para ser franco, cuando escucho las distintas propuestas de campaña, no estoy convencido de que este sea el caso.
Los Precriterios de Política Económica para 2025 publicados la semana pasada, proporcionan un recordatorio más del panorama que se vislumbra en uno de estos frentes, el de las finanzas públicas. Aunque la SHCP se esforzó por darle un giro positivo, lo que se revela en el fondo es la gravedad de la situación y la necesidad de atenderla con urgencia.
El documento presenta el escenario para la economía y las finanzas públicas para este año y el siguiente. Esto es una actualización de cifras que se dieron a conocer en distintos momentos del año pasado, pero nos permite tener una visión mejor informada, si bien con un sesgo optimista, de lo que anticipa la Secretaría en estos ámbitos.
Creo que lo más destacable de las proyecciones para 2024 es un deterioro mayor del previsto de las finanzas públicas. En particular, los Requerimientos Financieros del Sector Público, la medición más amplia del déficit fiscal, se incrementan a 5.9% del PIB, lo que se compara con la proyección incluida en el presupuesto para 2024 aprobada por el Congreso a finales del año pasado de 5.4%.
Aunque varios de los supuestos utilizados por las autoridades pueden ser cuestionados, me parece que, en adición a las cifras antes mencionadas, lo más relevante del documento son las proyecciones para 2025. Es importante aclarar que lo que presenta la SHCP es un escenario inercial, es decir, sin efectos imprevistos de políticas públicas adicionales o de factores como el nearshoring. Además, los pronósticos deberán ser revisados conjuntamente con el nuevo gobierno para la presentación del presupuesto para el año entrante. No obstante lo anterior, el ejercicio es útil para tener una idea del esfuerzo que tendrá que llevarse a cabo en materia de finanzas públicas para evitar un problema económico de mucho mayores dimensiones.
¿Qué merece destacarse del análisis de las proyecciones?
Para empezar, no se necesita ser un erudito en ciencias económicas para saber que un déficit fiscal de casi 6% del PIB es insostenible. Por tanto, la SHCP propone una reducción del mismo de casi 3 puntos del PIB en 2025, un ajuste draconiano.
Es altamente probable que la corrección tenga que ser mayor. En particular, la Secretaría supone que el PIB crecerá a un ritmo de 2.5% en 2025. ¿Será esto viable con un apretón fiscal de la magnitud indicada, y tomando en cuenta que tradicionalmente la inversión se debilita durante el cambio de gobierno mientras se define con mayor claridad la orientación de sus políticas? Francamente lo dudo. La cifra equivalente según los analistas del sector privado encuestados por Banamex es de 1.8%, y aun esta me parece optimista.
La tarea para el nuevo gobierno sería menos complicada si el fortalecimiento de las finanzas públicas empezara durante el segundo semestre de este año, una vez finalizado el periodo electoral. Sin embargo, no existe en el documento de la SHCP ninguna clave de que esta sea la intención. De hecho, las autoridades suponen que el crecimiento de la economía en 2024 descansará en una expansión sostenida de la demanda interna, lo que apunta en la dirección contraria. En otras palabras, todo indica que la responsabilidad del saneamiento fiscal se dejará al nuevo gobierno.
En ausencia de modificaciones al marco tributario vigente, la SHCP supone que los ingresos presupuestarios como porciento del PIB disminuirán de 2024 a 2025. Me parece que este supuesto es razonable, tomando en cuenta la prudencia que, ya sea por motivos electorales o por convicción, han mostrado los candidatos presidenciales respecto de aumentos a los impuestos. A lo anterior habría que agregar que tanto los fondos de estabilización presupuestal como los de un grupo de fideicomisos básicamente se han agotado.
En este escenario, todo el ajuste de las finanzas públicas se realiza por el lado del gasto, incluyendo por supuesto la inversión gubernamental. La SHCP argumenta que la reducción del gasto se dará de manera natural, dada la finalización de los proyectos de inversión prioritarios de la actual administración. Sin embargo, no se advierte que, bajo las actuales circunstancias, sería imposible regresar a los niveles de gasto público alcanzados en 2024.
Con los escasos márgenes de maniobra que enfrenta este último, la duda natural es de dónde van a salir los recursos para hacer frente, entre otras cosas, a la situación financiera de Pemex; a los serios rezagos del gasto público en educación, salud, infraestructura, pobreza, desigualdad, etc.; y a la inversión pública requerida para aprovechar los beneficios del nearshoring.
Considero que es muy importante tener presente que esto es apenas el inicio de un proceso que seguramente será largo y complicado. Es de esperarse que las dificultades se vayan acentuando con el curso del tiempo, conforme las rigideces y presiones por el lado del gasto se incrementen. Es difícil imaginar que los retos para las finanzas públicas pueden superarse sin acciones por el lado de los ingresos. Me parece que la pregunta no es si será necesaria una reforma fiscal, sino qué es lo que debe hacerse para que cuente con el respaldo de la sociedad.