Javier Guzmán Calafell

La incómoda franqueza de las cifras

10/08/2022 |02:04
Redacción El Universal
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La objetividad del análisis de las cifras económicas depende en buena medida de que tanto las variables seleccionadas como el plazo cubierto sean los adecuados. De otra manera, las conclusiones pueden ser erróneas o presentadas de una forma conveniente para el analista, dependiendo del mensaje que desea transmitir.

Cabe citar a manera de ejemplo el reciente ajuste al alza de las proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) para el crecimiento del PIB de México, a 2.4% para 2022. Aunque este anuncio ha dado lugar a expresiones de regocijo, la realidad es que ha sido acompañado de una caída de las expectativas de crecimiento del mismo organismo para 2023, a un deprimente 1.2%.

De esta manera, si se toman los dos años en conjunto, las proyecciones del FMI en realidad se han ajustado a la baja, de un promedio simple de 2.3% en abril de este año a 1.8% en la más reciente estimación. Por cierto, la mayoría de analistas del sector privado espera un crecimiento promedio en 2022-23 muy parecido, aunque con una diferente distribución anual, a lo estimado por el Fondo.

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Con esto en mente, cabe preguntarse qué tipo de conclusiones pueden extraerse de un análisis sencillo de largo plazo, de una variable que nos proporcione una idea tanto de la situación económica actual del país y su población, como de su comparación con otros episodios de crisis en México. No obstante sus bien conocidas limitaciones, creo que la evolución del PIB per cápita (es decir, la producción por habitante) en términos reales proporciona una visión de mayor utilidad que el PIB con este fin.

De una revisión fría de la trayectoria de este indicador durante las últimas cuatro décadas, yo destacaría tres elementos.

1. De 2019 a 2021 el PIB per cápita real en México cayó 5.4%. Con base en las proyecciones de crecimiento económico del sector privado y las de la población que publica CONAPO, el regreso del producto por habitante a los niveles pre pandemia se lograría entre 2026 y 2027. Es decir, solamente para que el habitante promedio de México recupere el nivel de ingreso que tenía en 2019, tendrían que transcurrir de 7 a 8 años. Esto sin tomar en cuenta que en 2019 el PIB real per cápita ya había registrado una contracción.

2. De 1980 a la fecha, México ha enfrentado 4 etapas de crisis. La más aguda de ellas fue la de la deuda de los ochenta. En ese lapso, tuvieron que pasar 16 años para que el producto real per cápita regresara a sus niveles pre crisis. Durante la etapa de turbulencia de mediados de los noventa y la Crisis Financiera Global, la cifra equivalente fue de alrededor de 3 y 4 años, respectivamente. Esto quiere decir que la crisis actual representa la del segundo mayor efecto nocivo en la producción por habitante de los últimos 40 años.

3. ¿Cuándo se observa el crecimiento más rápido del producto real per cápita en el periodo bajo análisis? La respuesta es durante los noventa. Aclaro que esta conclusión aplica tanto a la primera como a la segunda mitad de la década. El comentario es relevante, ya que no obstante el severo impacto en el crecimiento del PIB de la llamada “Crisis del Tequila”, si se usan periodos sexenales, de 1995 a 2000 el PIB por habitante registra el segundo mayor crecimiento medio anual de las cuatro décadas consideradas, con el periodo 1989-94 en el primer lugar.

Es obvio que la presentación de un análisis sesgado de las cifras no solamente es engañoso. Adicionalmente, es perjudicial en la medida en que dificulta a la población hacer una evaluación del desempeño de las autoridades y manifestar su descontento a través del voto. El problema se agudiza si el referido sesgo resulta de errores de interpretación, ya que no hay manera de resolver un problema que no se entiende o del que ni siquiera se está consciente.

Por otra parte, el análisis imparcial de las cifras, sin cargas ideológicas, puede llevar a conclusiones incómodas para algunos. Más que reaccionar de manera negativa, lo que procede es extraer las lecciones tanto de lo bueno como de lo malo, y corregir o poner en marcha lo que se requiera para asegurar que la búsqueda del bienestar de la población sea algo más que una figura retórica.