Durante las últimas semanas hemos presenciado eventos impactantes que han sacudido la vida política en Estados Unidos. Al intento de asesinato de Donald Trump, le siguió poco tiempo después la decisión del Presidente Biden de hacerse a un lado en la carrera presidencial, con el consecuente surgimiento de Kamala Harris como virtual candidata para la presidencia por el partido demócrata.

Como resultado, en el espacio de unos cuantos días vimos una pronunciada rotación de los reflectores. Primero hacia Trump y su fortalecimiento como candidato presidencial, y posteriormente hacia Harris, que ha logrado en un breve lapso un fuerte apoyo, reflejado en donaciones considerables y en el respaldo de un número suficiente de delegados de su partido para obtener la candidatura presidencial.

El resultado de este conjunto de eventos ha sido, de conformidad con las encuestas, una carrera presidencial más reñida de lo que se venía percibiendo. Aunque Trump mantiene cierta ventaja, la diferencia en la intención de voto es tan pequeña que en la práctica puede considerarse como un empate técnico.

Por supuesto, nada está definido. Por una parte, las encuestas probablemente están enturbiadas por el impulso que han recibido tanto Trump como Harris a raíz de los recientes eventos. Por otro lado, la contienda apenas comienza y habrá que ver cómo se mueve el tablero una vez que el polvo se asiente y se perciban los efectos tanto de una interacción más intensa con los electores como de los debates y ataques entre los candidatos.

La forma de pensar de Donald Trump es bien conocida. En cambio, la de Harris es más nebulosa, especialmente en lo relativo a temas económicos. Varias encuestas sugieren que estos ocupan el lugar predominante en la atención de la población estadounidense. Por tanto, creo que es importante ahondar en lo que puede ser la orientación en esta materia de una persona cuyas posibilidades de encabezar la mayor economía del planeta no son despreciables.

¿Qué sabemos? Aunque su padre es profesor emérito de economía en la Universidad de Stanford y su campo principal durante su primera etapa universitaria fue en esta disciplina, Harris estudió posteriormente derecho en la Universidad de California y es en este ámbito, y por supuesto en el de la política, en donde ha desarrollado su carrera profesional.

En materia económica, desde su paso por el Senado de Estados Unidos ha concentrado su atención en temas vinculados a la distribución del ingreso; el apoyo a las clases medias y de bajos ingresos, y a las minorías; la adopción de medidas enfocadas en respaldar a empresas pequeñas; y la revitalización de áreas rurales y urbanas en zonas marginadas, entre otras. También ha mostrado interés en temas ambientales. E inclusive dentro de este perímetro, ha fomentado la implementación de políticas que compensen los efectos adversos del cambio climático en comunidades pobres y afroamericanas.

Sus posiciones en política comercial son de particular interés para México. Como senadora, en 2015 votó en contra de la participación de Estados Unidos en el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, con México entre sus miembros, por sus potenciales efectos adversos en los trabajadores y el medio ambiente. También fue de los pocos senadores que se opusieron a la renegociación del tratado de libre comercio con México y Canadá, nuevamente por preocupaciones ambientales.

Como vicepresidenta, no ocupó un papel central en el diseño de la política económica de la administración Biden. La tarea que se le encomendó fue atender las causas centrales de la migración hacia Estados Unidos, por lo que fomentó la inversión privada en distintos países centroamericanos para promover el empleo. Tanto en política económica como migratoria, defendió sin ambigüedades las propuestas del presidente Biden, aunque no es evidente que en lo personal las haya endosado de manera tan clara.

Su posición frente al sector corporativo es ambigua. Se ha señalado su apoyo a mayores impuestos a este sector y su argumentación de que las utilidades empresariales son un factor relevante de presiones inflacionarias en Estados Unidos. Sin embargo, también se han destacado sus vínculos empresariales, especialmente en Silicon Valley, así como dudas sobre cuál será su posición frente a la concentración de poder económico en varias áreas.

¿Qué podemos esperar? Aunque existe apoyo para algunas de las medidas implementadas por la actual administración, la posición general del electorado es de rechazo a la política económica en vigor. De esta forma, uno de los requisitos para que Harris gane la elección presidencial, es encontrar el balance justo entre las acciones que deben continuarse o profundizarse, y aquellas en las que será necesario o bien convencer al electorado de que el rumbo que se ha seguido es el adecuado, o bien, lo que parece más probable, cierto distanciamiento de la administración Biden con un planteamiento más convincente, que pudiera incluir propuestas de corte populista.

Da la impresión de que, de ganar la presidencia Harris, lo que veríamos desde México sería un gobierno estadounidense con un sesgo más proteccionista que el actual, y con escasos márgenes de maniobra para seguir un enfoque más favorable a nuestro país en la gran mayoría de los temas económicos de la relación bilateral. El consuelo sería que aun de ser este el caso, seguramente tendríamos del otro lado de la mesa un gobierno pragmático, apegado a la solución de diferencias por vías institucionales.

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