Después de un breve periodo de debilitamiento propiciado por la turbulencia financiera en Estados Unidos de principios de 2023, el peso mexicano ha reiniciado una tendencia a la apreciación. Solamente en el curso de este año nuestra moneda se ha fortalecido más de 12% frente al dólar estadounidense. Esto ha generado preocupación en algunos sectores por sus potenciales efectos nocivos en la competitividad de nuestra economía, así como temores por la posibilidad de que la apreciación del peso continúe por un lapso prolongado.
Mi impresión, creo que como la de la mayoría de analistas del sector privado, dada la trayectoria que proyectan para la paridad del peso frente al dólar en los próximos meses, es que la tendencia de apreciación de nuestra moneda no durará mucho tiempo. ¿Por qué?
La fortaleza del peso tiene diversos determinantes. Creo que entre ellos destacan tres. El primero es la combinación de un elevado nivel de las tasas de interés en México y una moderada volatilidad del tipo de cambio de nuestra moneda, que hace a los instrumentos financieros nacionales más atractivos que los observados en otras economías emergentes. Lo anterior fomenta una fuerte demanda de activos denominados en pesos, aunque por su naturaleza de muy corto plazo y altamente volátil.
Las remesas de trabajadores mexicanos en el extranjero representan otra fuente importante de presiones sobre el peso. El crecimiento de estos ingresos durante los últimos años ha sido formidable. De 2018 a 2022 las remesas se incrementaron en más de 70%, alcanzado en el último de estos años poco más de 4% del PIB. ¿Qué explica esta evolución? La fuerte demanda de mano de obra en Estados Unidos, impulsada por las medidas para hacer frente a los estragos causados por la pandemia y la guerra en Ucrania, pero también la incapacidad de la economía mexicana para retener a estos trabajadores.
El tercer determinante de la apreciación reciente del peso que deseo destacar es la posición macroeconómica de México. En particular, un déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos pequeño, una posición cómoda de reservas internacionales, una política monetaria prudente y coeficientes de deuda pública a PIB razonables, que en conjunto ubican a la economía mexicana en una posición favorable en el entorno de las economías emergentes.
Quisiera hacer notar que, contra lo que se argumenta con frecuencia, esto último dista de ser indicativo de fundamentos económicos sólidos. La fortaleza de la cuenta corriente de la balanza de pagos es resultado principalmente de los elevados ingresos de remesas, es decir, de políticas públicas deficientes que han impedido que se aproveche una parte importante del capital humano de nuestro país. Por otra parte, si bien la deuda pública es moderada hoy en día, las finanzas gubernamentales se caracterizan por muy bajos ingresos y rigideces de gasto que las hacen preocupantemente frágiles en el transcurso del tiempo.
¿Qué información puede extraerse para la trayectoria futura del peso de las perspectivas de estos determinantes?
El diferencial de tasas de interés favorable a México seguramente se reducirá en los próximos meses. Conforme la inflación vaya descendiendo, la tasa de interés de política monetaria real ex ante (es decir, la tasa de interés nominal menos la inflación esperada) tenderá a aumentar. En una coyuntura en la que se anticipa además un debilitamiento de la actividad económica, esto abre la posibilidad de reducciones de la tasa de interés nominal. El señalado diferencial de tasas de interés también se puede ver disminuido por su componente externo, ya que la Reserva Federal de los Estados Unidos (FED) ha sugerido que su tasa de interés puede mostrar uno o dos incrementos adicionales antes del cierre de este año.
Adicionalmente, es probable que los ingresos por remesas a México se debiliten. El mercado laboral en Estados Unidos sigue fuerte. No obstante, es difícil pensar que el pronunciado ajuste de las tasas de interés en ese país no incidirá en su actividad económica. De hecho, en sus más recientes proyecciones la FED anticipa tasas de crecimiento del PIB de apenas 1 y 1.1% para 2023 y 2024, respectivamente, y la posibilidad de una recesión sigue latente.
A lo anterior cabe agregar los riesgos derivados del importante proceso electoral en México del año entrante. Además del nerviosismo que esto puede causar en los mercados financieros, el peso se podría ver afectado de observarse un relajamiento de la política macroeconómica, orientado a contrarrestar el posible debilitamiento de la economía y los consecuentes costos políticos.
Tampoco debemos olvidar que la Comisión de Cambios, integrada por representantes del Banco de México y la Secretaría de Hacienda, cuenta con las herramientas para intervenir en el mercado cambiario, sin afectar el régimen de flotación, si el nivel del tipo de cambio se ubica en niveles considerados inconvenientes.
Por último, me parece importante señalar que, aunque es importante dar un seguimiento cuidadoso a las implicaciones de la trayectoria de nuestra moneda, debemos tener presentes los enormes beneficios que nos ha aportado el régimen de tipo de cambio flexible, y estar conscientes de que en la búsqueda de una posición competitiva en los mercados, la política cambiaria no puede actuar como un sustituto de mejoras en la productividad.