En un entorno de expectativas del sector privado divididas, el Banco de México validó lo que representaba la posición mayoritaria y decidió ayer reducir el objetivo para su tasa de interés de referencia en 25 puntos base, a un nivel de 10%. Como se recordará, al parecer influidos por las señales enviadas por algunos miembros de la Junta de Gobierno, varios analistas e inversionistas consideraban que el ajuste podía ser de 50 puntos base.

Al final, Banxico consideró que aunque el balance de riesgos para la inflación continúa sesgado al alza, lo que exige mantener tasas de interés elevadas, los progresos observados y la perspectiva de que la inflación siga manteniendo una tendencia a la baja permitían el recorte anunciado y reducir así el grado de apretamiento monetario.

Más que hacer una evaluación de la decisión tomada, me gustaría concentrar mis comentarios en algunos elementos de la estrategia de comunicación de algunos integrantes de la Junta de Gobierno o de esta en su conjunto, tanto antes de la decisión como en el Anuncio de Política Monetaria que sustentó la disminución de la tasa de interés el 19 de diciembre. Lo anterior en virtud de que me parece que existen diversos elementos sobre los que Banxico debería reflexionar como parte de un esfuerzo constante por mejorar la implementación de la política monetaria.

Desde hace varios años numerosos bancos centrales han decidido incluir una guía prospectiva en sus decisiones de política monetaria. La idea es orientar a los participantes de los mercados financieros sobre las acciones que pretenden llevar a cabo, de tal forma que se eviten sorpresas que puedan tener un impacto desfavorable en los mercados y en la credibilidad de dichas instituciones. Naturalmente, para que esta estrategia funcione se necesita un grado razonable de certeza sobre la viabilidad de lo que se pretende hacer, y que el mensaje sea creíble y ayude a lograr los objetivos de política monetaria. De no ser este el caso, la guía sería inútil o incluso contraproducente.

Antes de las decisiones de política monetaria de noviembre y diciembre de este año, dos integrantes de la Junta de Gobierno de Banxico mandaron la señal de que en ambas reuniones se podrían considerar reducciones de la tasa de interés mayores a las de 25 puntos base que se habían implementado en agosto, septiembre y marzo. Como ya sabemos, en ninguna de las dos reuniones referidas se materializó esta posibilidad, por lo que su funcionamiento como guía fracasó.

¿En qué medida incidió la guía sobre las expectativas? En la reunión de noviembre los mercados simplemente la ignoraron. Sin embargo, la guía parece haber afectado las expectativas de analistas e inversionistas para la reunión de diciembre. Por ejemplo, en una encuesta llevada a cabo por Finamex el 17 de este mes, en tanto que la mayoría de inversionistas nacionales esperaban un recorte de la tasa de referencia de 25 puntos base, la mayoría de los extranjeros pensaban que este sería de 50 puntos base. Me parece que la Junta de Gobierno de Banxico debería preguntarse si este es el tipo de resultados que desean obtener del uso de una guía prospectiva.

Y ahora viene la segunda parte. El Anuncio de Política Monetaria del 19 de diciembre estipula que “…Ante el avance en la desinflación podrían considerarse en algunas reuniones ajustes a la baja (de la tasa de interés de referencia) de una mayor magnitud, si bien manteniendo una postura restrictiva”. Esta vez el mensaje es endosado por todos los integrantes de la Junta de Gobierno, por lo que es mucho más fuerte.

La primera pregunta, por supuesto, es si esta guía no se va a enfrentar con el problema señalado en los párrafos anteriores, es decir, que la trayectoria de la inflación y sus perspectivas impidan su materialización. De ser así, la credibilidad de los mensajes del Banco puede verse afectada.

Pero existe una pregunta adicional. Aun sin incorporar el efecto de las acciones que posiblemente lleve a cabo el gobierno de Donald Trump desde principios de 2025, el Banco de México ajustó al alza sus proyecciones de inflación. Como resultado, nuevamente se pospuso el logro de la meta de 3%, esta vez del cuarto trimestre de 2025 al tercero de 2026. Y a lo anterior habría que agregar, entre otros retos, el ya mencionado balance de riesgos al alza para la inflación, una debilidad estructural de las finanzas públicas, una política monetaria menos relajada de lo esperado en Estados Unidos, un alto grado de incertidumbre y el persistente escepticismo del sector privado respecto de la posibilidad de que el Banco de México sea capaz de lograr la meta de inflación en el corto, mediano o largo plazos.

Nuevamente, el Banco de México debería reflexionar sobre el tipo de mensaje que es conveniente mandar bajo estas condiciones. ¿Uno como el del Anuncio que especifica que quisiera acelerar el relajamiento de la política monetaria? O bien, uno de prudencia, y que sin hacerlo explicito le permita seguir esa ruta si las condiciones se lo permiten. No debemos olvidar que lo que está en juego es uno de los pocos reductos de credibilidad en el sector público mexicano.

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