La comunicación es una de las herramientas más importantes de las que dispone un banco central en la conducción de la política monetaria. Lo anterior en virtud de que el impacto de esta en la economía depende no solamente de las acciones del banco central, sino también de lo que los agentes económicos esperan que esas instituciones lleven a cabo. Para enfatizar este punto, Ben Bernanke, ex presidente de la Junta de Gobernadores del Banco de la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) y reciente ganador del Premio Nobel de economía, llegó a decir que 98% de la implementación de la política monetaria se basa en palabras y solamente el 2% en medidas concretas.

Como parte de su estrategia de comunicación, los bancos centrales generalmente proporcionan información sobre la probable evolución futura de la política monetaria. El objetivo es evitar sorpresas que puedan propiciar volatilidad en los mercados financieros, e influir en las expectativas del público para incidir en las tasas de interés de mayor plazo y, consecuentemente, en la economía en su conjunto.

El volumen de información proporcionado a través de esta guía prospectiva (forward guidance), varía dependiendo de las circunstancias. Por ejemplo, durante la llamada Crisis Financiera Global, la fuerte caída de la inflación obligó a diversos bancos centrales a reducir sus tasas de interés de referencia a niveles cercanos a cero. Ante las limitantes para operar con tasas de interés negativas y la perspectiva de que la inflación se mantendría muy baja por un periodo prolongado, varias de estas instituciones consideraron indispensable utilizar guías prospectivas detalladas para hacer más eficiente la implementación de su política monetaria, por ejemplo, condicionando el incremento de su tasa de interés a la eliminación de otras medidas de estímulo.

Más recientemente, algunos de los principales bancos centrales, entre ellos la FED y el Banco Central Europeo, se han visto forzados a disminuir la cantidad de información que proveen a través de su guía prospectiva, como resultado del importante cambio en las condiciones del entorno. En particular, las tasas

de interés de política monetaria son positivas y existe un elevado grado de incertidumbre respecto del comportamiento de la inflación y la actividad económica.

Bajo estas circunstancias, la posibilidad de errores en el uso de guías prospectivas aumenta. Ante condiciones cambiantes, entre más detallada sea la guía, mayor será la posibilidad de que el banco central mande señales equivocadas, se vea en la necesidad de ajustar con frecuencia su guía, o bien se enfrente a una camisa de fuerza que restrinja su capacidad de maniobra. De ser este el caso, el uso del instrumento sería contraproducente, afectando además la credibilidad del banco central. Así, en su guía prospectiva, los referidos bancos centrales se han limitado a indicar que harán lo necesario para combatir la inflación y que esto requerirá de incrementos adicionales de las tasas de interés, pero que las acciones específicas dependerán de la información de la que dispongan en el momento de la decisión.

A diferencia de lo observado en los bancos centrales señalados, el Banco de México ha venido fortaleciendo la guía prospectiva de su política monetaria. ¿Significa esto un alejamiento entre ambas posiciones? No a nivel institucional. De hecho, las estrategias están convergiendo. Por ejemplo, la guía prospectiva del último comunicado de política monetaria del Banco de México señala que para lograr la convergencia de la inflación a la meta de 3%, “…la Junta de Gobierno valorará la magnitud de los ajustes al alza en la tasa de interés de referencia de sus próximas reuniones de acuerdo con las circunstancias prevalecientes”. Es decir, como en los bancos centrales antes mencionados, los ajustes de la tasa de política monetaria en México se decidirán reunión por reunión con base en la información disponible.

Sin embargo, llama la atención que las minutas de la última decisión de política monetaria del Banco de México, incluyen reflexiones de varios de los miembros de la Junta de Gobierno sobre la posibilidad de una guía prospectiva más detallada y, particularmente, sobre el nivel máximo al que debería llegar la tasa de referencia. Aun si estas inquietudes no se reflejan en el mensaje institucional de futuros comunicados de política monetaria, debe tomarse en cuenta que pueden generar confusión, al ser incompatibles con el enfoque de dependencia en la nueva información endosado por todos los miembros de la Junta de Gobierno en el más reciente comunicado.

Por otra parte, por los motivos anteriormente expuestos, en ausencia de una drástica disminución de la incertidumbre, ajustar la comunicación del Banco Central en línea con las referidas reflexiones, implicaría riesgos elevados e iría a contrapelo de las lecciones aprendidas de la experiencia de otros bancos centrales. Sería difícil entender por qué el Banco Central querría atarse las manos y arriesgar su credibilidad en un entorno tan incierto como el que estamos viviendo.

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