Como de costumbre, durante las reuniones de primavera del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), celebradas la semana pasada, el FMI dio a conocer su actualización del panorama económico global. En virtud de los acontecimientos recientes en el sector financiero de algunas economías avanzadas, y especialmente de Estados Unidos, no sorprende que las proyecciones incluidas en el documento son más pesimistas que las dadas a conocer apenas en enero pasado.

En resumen, el FMI redujo sus pronósticos para el crecimiento de la economía mundial para este año y el siguiente, por lo que ahora estima que se desacelerará de 3.4% en 2022 a 2.8% en 2023, para repuntar ligeramente a 3% en 2024.

Por otra parte, el Fondo considera que, a raíz de los problemas en el sector financiero antes mencionados, los riesgos están firmemente sesgados a la baja y que la posibilidad de un aterrizaje suave se ha reducido considerablemente. Además, señala que, en la mayoría de países, es poco probable que la inflación se reduzca antes de 2025 a las metas establecidas por sus bancos centrales.

Pero existe un elemento adicional que es importante subrayar: el FMI proyecta que el crecimiento de la economía mundial durante el periodo 2024-2028 será de apenas 3%. Esta es la cifra más baja proyectada por la Institución para un lapso equivalente desde 1990, y se compara con las de 3.9% y 3.7% registradas en los periodos 2000-2009 y 2010-2019, respectivamente.

Cabe señalar que el FMI no es el único organismo internacional que muestra pesimismo respecto de las perspectivas económicas mundiales de largo plazo. Poco antes de las referidas reuniones de primavera, personal del Banco Mundial publicó un libro sobre este tema. Según estos cálculos, en ausencia de un esfuerzo agresivo, el crecimiento potencial global, es decir, la tasa de crecimiento máxima que puede alcanzar la economía mundial sin que se generen desequilibrios macroeconómicos de relevancia, caerá de 2023 a 2030 a su menor nivel en las últimas tres décadas.

¿Qué explica este deterioro? En parte la natural desaceleración de economías que habían registrado un rápido crecimiento, como la china y la coreana. Además, lo que es preocupante, la expansión de la productividad global se ha desacelerado y se espera que en la próxima década muestre las menores cifras desde principios de este siglo. Al mismo tiempo, el crecimiento de la inversión se ha debilitado y el envejecimiento de la población ha contenido el incremento de la mano de obra.

La pandemia de COVID-19 ha complicado todavía más el panorama, entre otras razones por su efecto nocivo en la salud y la educación, a lo que debe agregarse la fragmentación de la economía mundial impulsada en buena medida por la pandemia y la guerra en Ucrania. Obviamente, un menor crecimiento potencial tiene implicaciones adversas para el combate a la pobreza, el empleo, la estabilidad social y la capacidad para hacer frente a otros retos, como el cambio climático.

Tanto el FMI como el BM hacen recomendaciones específicas para evitar que este escenario se materialice. Estas abarcan, entre otras, un manejo macroeconómico prudente, medidas estructurales orientadas a fortalecer la capacidad productiva, la cooperación multilateral y la protección del medio ambiente. No obstante, factores como presiones de grupos de interés y/o incompetencia o mera ignorancia de las autoridades, normalmente complican la implementación y, en su caso, la sostenibilidad de estas políticas. Por tanto, parece difícil que veamos en los próximos años un resultado muy distinto del pronosticado por el FMI y el BM.

Las autoridades mexicanas deberían evaluar cuidadosamente las implicaciones de este escenario. Es cierto que México es uno de los pocos países que pueden beneficiarse de la formación de bloques en la economía mundial. Sin embargo, no es claro en qué medida esto permitiría contrarrestar el efecto nocivo de un menor crecimiento económico mundial. En otras palabras, el resultado de obtener un trozo mayor de un pastel más pequeño es incierto, sobre todo si se considera que no se han puesto en marcha las acciones requeridas para maximizar las oportunidades brindadas por la coyuntura geopolítica actual.

El crecimiento potencial de la economía mexicana ha caído a lo largo del tiempo, y es probable que esta tendencia se haya acentuado en los últimos años, dada la evolución desfavorable de la inversión y la práctica ausencia de esfuerzos para fomentar la productividad. Obviamente, la situación puede complicarse aun más en un entorno externo como el proyectado por el FMI y el BM. También debe considerarse que el staff de la Reserva Federal de los Estados Unidos ha recortado recientemente sus estimaciones del crecimiento potencial en ese país.

Desafortunadamente, los retos en México empiezan en el plano elemental de la disponibilidad de información. Las estimaciones del crecimiento potencial realizadas por la SHCP tienen un sesgo claramente optimista. Lo anterior, combinado con las dificultades para estimar esta variable, subrayan la importancia de información alternativa. Sin embargo, el Banco de México no publica sus cálculos del PIB potencial y no existe información de otras fuentes oficiales, como el INEGI. Será difícil fomentar la adopción de acciones para revertir el deterioro del crecimiento de largo plazo de nuestra economía, si ni siquiera contamos con las estadísticas que nos permitan evaluar la situación con mayor claridad.

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